Revistas / NPunto Volumen VII. Número 74. Mayo 2024 / REVISIÓN SISTEMÁTICA DE LAS ENFERMEDADES DE TRANSMISIÓN SEXUAL. NUEVOS MÉTODOS DIAGNÓSTICOS

REVISIÓN SISTEMÁTICA DE LAS ENFERMEDADES DE TRANSMISIÓN SEXUAL. NUEVOS MÉTODOS DIAGNÓSTICOS, NPunto Volumen VII. Número 74. Mayo 2024


REVISIÓN SISTEMÁTICA DE LAS ENFERMEDADES DE TRANSMISIÓN SEXUAL. NUEVOS MÉTODOS DIAGNÓSTICOS

Llabrés Tugores, Marina Graduada en Bioquímica (UIB).


SYSTEMATIC REVIEW OF SEXUALLY TRANSMITTED DISEASES. NEW DIAGNOSTIC METHODS

 

RESUMEN

Las enfermedades venéreas o de transmisión sexual,  ETS por sus siglas en español o STIs o STDs por sus siglas en inglés; están provocadas por microorganismos patógenos que se transmiten mediante actividades sexuales; como el coito vaginal, anal o bucal. Las enfermedades de transmisión sexual tienen un impacto muy importante en la salud sexual y reproductiva en todo el mundo. Existen determinados factores o métodos que pueden ayudar a prevenir las ETS como por ejemplo un uso correcto y sistemático de los preservativos o cualquier otro método profiláctico. Además, la información de hoy en día, el asesoramiento y la educación sexual pueden ayudar a la sociedad a reconocer los síntomas de las ETS, incrementando las posibilidades de éstos a solicitar ayuda. Uno de los métodos diagnósticos más ampliamente usado en los laboratorios clínicos es el cultivo microbiológico y los tests rápidos de antígenos. Cada vez más se usan técnicas de biología molecular para la detección de microorganismos patógenos causantes de enfermedades venéreas, como la reacción en cadena de la polimerasa (PCR). Es una técnica rápida y sensible para diagnosticar eficazmente ETS. La posibilidad de detectar múltiples patógenos a la vez mediante la PCR multiplex es una gran ventaja a la hora de determinar el diagnóstico y administrar un tratamiento eficaz. Otra ventaja es la posibilidad de detectar más eficazmente casos de coinfección por diversos patógenos a la vez. La mayoría de las ETS son asintomáticas y raramente se curan sin tratamiento. Una mejor comprensión de la farmacocinética y la farmacodinámica de los antibióticos es esencial para informar del tratamiento más adecuado.

Palabras clave: Enfermedades de transmisión sexual, enfermedades venéreas, Chlamydia trachomatis, Neisseria gonorrhoeae, Mycoplasma genitalium, Trichomonas vaginalis, diagnóstico molecular, patología, biología molecular, PCR, antibióticos, farmacorresistencia, infertilidad.

 

ABSTRACT

Venereal or sexually transmitted diseases, STDs for their acronym in Spanish or STIs or STDs for their acronym in English; are caused by pathogenic microorganisms that are transmitted through sexual activities, such as vaginal, anal, or oral intercourse. Sexually transmitted diseases have a very important impact on sexual and reproductive health throughout the world. There are certain factors or methods that can help prevent STDs, such as correct and systematic use of condoms or any other prophylactic method. In addition, todays information, counseling and sex education can help society recognize the symptoms of STDs, increasing their chances of seeking help. One of the most widely used diagnostic methods in clinical laboratories is microbiological culture and rapid antigen tests. Molecular biology techniques are increasingly used for the detection of pathogenic microorganisms that cause venereal diseases, such as the polymerase chain reaction (PCR). It is a fast and sensitive technique to effectively diagnose STDs. The possibility of detecting multiple pathogens at the same time using multiplex PCR is a great advantage when determining the diagnosis and administering an effective treatment. Another advantage is the possibility of more effectively detecting cases of coinfection by several pathogens at the same time. Most STDs are asymptomatic and are rarely cured without treatment. A better understanding of the pharmacokinetics and pharmacodynamics of antibiotics is essential to inform the most appropriate treatment.

Keywords: Sexually transmitted diseases, venereal diseases, Chlamydia trachomatis, Neisseria gonorrhoeae, Mycoplasma genitalium, Trichomonas vaginalis, molecular diagnosis, pathology, molecular biology, PCR, antibiotics, drug resistance, infertility.

 

OBJETIVOS

Reunir información para la actualización de los conocimientos sobre cuatro de las enfermedades de transmisión sexual por microorganismos más comunes en el planeta: Chlamydia trachomatis, Mycoplasma genitalium, Neisseria gonorrhoeae y Trichomonas vaginalis.

Identificar las características, detección y diagnóstico, patologías y tratamiento más relevantes para cada una de ellas.

Crear la necesidad de un diagnóstico basado en biología molecular para la detección rápida y eficaz mediante sistemas de detección multi-prueba de los microorganismos causantes de ETS.

 

METODOLOGÍA

Se ha realizado una revisión de información bibliográfica, consultándose artículos de los últimos 5 años, además de búsquedas libres en páginas web, libros y guías.

 

CONSIDERACIONES ÉTICAS

Esta investigación no requirió aprobación ética ya que no se recopilaron datos nuevos. El estudio se basó en datos ya disponibles públicamente.

 

INTRODUCCIÓN

¿Que son las ETS?

Las enfermedades venéreas o también llamadas enfermedades de transmisión sexual (ETS), STIs (sexually transmitted infections) o STDs (sexually transmited diseases); están causadas por microorganismos patógenos – más de 30 bacterias, virus, hongos o parásitos – que se transmiten mediante el acto sexual, incluido el coito vaginal, anal o bucal. Es posible además que algunas infecciones se transmitan de manera vertical de la madre al hijo durante el embarazo, parto o lactancia. Los principales microorganismos causantes de ETS incluyen a las bacterias Chlamydia trachomatis (CT), Mycoplasma genitalium (MG) y Neisseria gonorrhoeae (NG) y al parásito Trichomonas vaginalis (TV), explicadas todas ellas más adelante. Otros microorganismos responsables de infecciones venéreas son el hongo Candida albicans,  Gardnerella vaginalis y el virus herpes simplex 1 y 2, entre otros (Park et al., 2020).

Diagnosticar las ETS a tiempo es importante para tratarlas rápidamente y evitar así que se propaguen a toda la población; además, si se diagnostican en sus estadios iniciales, se consigue un tratamiento más rápido y eficaz (Park et al., 2020).  En la mayoría de los laboratorios clínicos se realizan cultivos bacterianos como primera línea diagnóstica, junto con test serológicos. Aunque es un proceso que está estandarizado alrededor del mundo, realizar cultivos microbiológicos puede llevar bastante tiempo ya que cada patógeno requiere diferentes tiempos de incubación y diferentes condiciones atmosféricas; además de poder producirse contaminaciones cruzadas. El uso de métodos diagnósticos moleculares mediante la técnica PCR (polymrerase chain reaction) es interesante ya que detecta directamente la presencia de material genético del microorganismo y puede dar resultados en un corto periodo de tiempo, además de tener una gran sensibilidad, siendo casi un 30% más sensible que otros métodos diagnósticos (Park et al., 2020).

La mayoría de ETS son asintomáticas (70-80%) y raramente se curan sin tratamiento. Además, pueden causar una serie de complicaciones si no se tratan correctamente (Park et al., 2020). Las bacterias y parásitos pueden quedar latentes en el organismo y actúan como reservorio para poder infectar a nuevas parejas sexuales y perpetuar así su ciclo de vida durante más tiempo.

Las enfermedades de transmisión sexual tienen un gran impacto en la salud sexual y reproductiva de la sociedad en todo el mundo. Se estima que, anualmente más de 374 millones de personas contraen alguna de las ETS anteriormente mencionadas (véase Tabla 1, Fig. 1). Se estima que se producen más de 1 millón de nuevas ETS al día (Park et al., 2020). Los Estados Unidos es el país con mayor prevalencia de enfermedades venéreas. Se cree que hay más de 1-2 millones de casos por año (véase Tabla 1) (Malek et al., 2021).

Tabla 1. Distribución mundial de infecciones de transmisión sexual. (Elaboración propia)

 

Fig. 1. Distribución a nivel mundial de infecciones venéreas en 2020. Del total (374 millones): El 42% (156 millones) son infecciones por Trichomonas vaginalis; seguido de 34% (128 millones) por infección de Chlamydia trachomatis; el 22% (82 millones) por Neisseria gonorrhoeae; y un 2% (8 millones) por causa de otros microorganismos como Mycoplasma genitalium, VHS-1, etc. (Elaboración propia con información extraída de “Infecciones de transmisión sexual” (2021). https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/sexually-transmitted-infections-(stis)).

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Centro Europeo de Prevención y Control de Enfermedades (ECDC), los casos de gonorrea y chlamydia han aumentado exponencialmente en los últimos años en zonas de EU/EEA y UK. La tasa bruta de notificación de casos de Chlamydia trachomatis fue de 146 casos por 100.000 habitantes. Las tasas de notificación de infección por CT variaron considerablemente en toda Europa, con las tasas más altas específicas de cada país más de 5.000 veces más altas que las tasas más bajas. Se cree que esto es principalmente un reflejo de las diferencias en las pruebas de chlamydia, la detección de casos y la notificación en lugar de indicar diferencias reales en la prevalencia de chlamydia. Las últimas cifras recogidas datan del 2018 observándose un aumento de un 4% en los casos de chlamydia y más de un 90% en el caso de la gonorrea (véase Tabla 2) (Infographic: Sexually Transmitted Infections: A Long-Standing and Ongoing Threat for Public Health, 2021).

Tabla 2. Aumento de casos de Chlamydia y Gonorrea en los últimos años (Información extraída del Centro Europeo de Prevención y Control de Enfermedades)

Chlamydia trachomatis es una de las bacterias causantes de infecciones de transmisión sexual más comunes alrededor del mundo que afecta a 4,2% de las mujeres y el 2,7% de los hombres. En 2019, Chemutai y sus colaboradores (Chemutai et al., 2019) estimaron que existen más de 61 millones de nuevos casos de infección por C. trachomatis (Chemutai et al., 2019). En el año 2020, la Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que existen 128 millones de casos de C. trachomatis al año (Shamkhi et al., 2022); han aumentado más del doble el número de casos en un solo año. La OMS estima que cada año se producen entre 80 y 85 millones nuevos casos (Malek et al., 2021).

En 2017, un total de 27 Estados miembros de la UE y el EEA notificaron un total de 89.239 casos de infección gonocócica. La tasa bruta global de notificación fue de 22,2 casos por 100.000 habitantes. Las tasas de infección gonocócica notificada varían considerablemente en toda Europa (véase Fig. 2), con tasas más altas notificadas en el norte de Europa.

Fig. 2. Ratio de notificaciones de infecciones por Neisseria Gonorrhoeae en distintos países de la UE en 2017. En países como España, Malta, Dinamarca, entre otros, el ratio de notificación de casos fue bastante elevado. En otros países como Luxemburgo o Portugal, el número de notificaciones disminuyó. (Información extraída del Centro Europeo de Control y Prevención de Enfermedades).

Se obtuvieron datos sobre la categoría de transmisión y el sexo en las infecciones por Chlamydia (véase Fig. 3). El número de datos recogido fue de 59.991 en el año 2017, siendo más de la mitad de los casos notificados de mujeres heterosexuales (30.497 casos), seguido por un 35% (20.804 casos) hombres heterosexuales. El menor número de casos (25 casos) corresponde a la transmisión vertical de madre a hijo durante el parto.

Fig. 3. Categorías de la transmisión y sexo de infecciones por Chlamydia en 2017. El número total de casos es de 59.991. El mayor número de casos (30.497) corresponde a mujeres heterosexuales. Seguido de hombres heterosexuales (20.804 casos). En tercer lugar, tenemos infecciones en parejas homosexuales (5.932) y únicamente 25 casos fueron causados por una transmisión vertical de la madre a hijo durante el parto. Unos 2.733 casos son de etiología desconocida. Datos de Hungría, Italia, Letonia, Lituania, Malta, Países Bajos, Portugal, Rumanía, Eslovaquia, Eslovenia y Suecia. Información extraída de (Infographic: Sexually Transmitted Infections: A Long-Standing and Ongoing Threat for Public Health, 2021)

Haciendo referencia a la infección por N. gonorrhoeae, en 2017 se recogieron un total de 68.436 casos y se clasificaron de acuerdo con la categoría de transmisión y el sexo en las infecciones por N. gonorrhoeae (véase Fig. 4). Casi la mitad de los casos, (31.863) fueron causadas por relaciones homosexuales entre hombres. En segundo y tercer lugar, con un 22% de los casos fueron infecciones en mujeres heterosexuales (15.306 casos) y hombres heterosexuales (15.289 casos). El 9% (5.978( de los casos fueron debidos a causas desconocidas.

Fig. 4. Categorías de la transmisión y sexo de infecciones por Neisseria Gonorrhoeae en 2017. El número total de casos fue de 68.436. El mayor número de casos (31.863) corresponde a relaciones sexuales entre hombres homosexuales. En segundo y tercer lugar con muy poca diferencia tenemos las infecciones en mujeres heterosexuales (15.306 casos) y hombres heterosexuales (15.289 casos). Unos 5.978 casos son de etiología desconocida. Informes nacionales de la República Checa, Dinamarca, Finlandia, Hungría, Islandia, Irlanda, Letonia, Lituania, Malta, los Países Bajos, Noruega, Portugal, Rumania, Eslovaquia, Eslovenia, Suecia y el Reino Unido. Información extraída de (Infographic: Sexually Transmitted Infections: A Long-Standing and Ongoing Threat for Public Health, 2021)

En estudios llevados a cabo en los últimos años, por ejemplo, el estudio de Manuel Cina y sus colaboradores (Cina et al., 2019) observaron una prevalencia de M. genitalium de aproximadamente el 1% en heterosexuales sexualmente activos en la población general. Además, también observaron un aumento de los casos en trabajadores sexuales y poblaciones clínicas.

Por otra parte, la infección por Trichomonas vaginalis continúa siendo la enfermedad de transmisión sexual parasitaria – ni bacteriana ni viral – más prevalente. De acuerdo con la OMS, la ratio de infección de T. vaginalis es de 5.30% en mujeres de todo el mundo. El valor más elevado se determinó en África con un valor de 11.70%; y el menor fue en Europa con un valor de 1.60% (Zhu et al., 2022).

Existen determinados métodos o factores que pueden prevenir las infecciones de transmisión sexual; por ejemplo, un uso correcto de los preservativos o métodos profilácticos. Éstos deben usarse en toda la actividad sexual – vaginal y/o anal – para evitar infecciones. Además, el asesoramiento, educación e información disponibles hoy en día pueden ayudar a mejorar la capacidad para reconocer los síntomas de las enfermedades de transmisión sexual, favoreciendo así las probabilidades de que se solicite o se aliente a las parejas sexuales a solicitar ayuda. Desgraciadamente, las carencias en los conocimientos de las enfermedades venéreas y/o sus síntomas, la falta de información del personal de la salud y la tan arraigada estigmatización generalizada en torno a las ETS sigue dificultando su diagnóstico (Rivillas-García et al., 2020). Pese a los considerables esfuerzos realizados por los trabajadores sanitarios para identificar intervenciones simples que puedan reducir las conductas sexuales de riesgo, conseguir cambios de comportamiento en la sociedad en cuanto a ETS continúa siendo una tarea difícil de lograr.

 

CHLAMYDIA TRACHOMATIS

Características y morfología

Chlamydia trachomatis (CT) es una bacteria intracelular obligada, gramnegativa e inmóvil que necesita la célula huésped a la que infecta para poder replicarse y sobrevivir (Chemutai et al., 2019; Moazenchi et al., 2018; Shamkhi et al., 2022). Los humanos son el reservorio exclusivo de C. trachomatis (Jahnke et al., 2022).

El origen histórico exacto de Chlamydia no se conoce con certeza, pero se cree que ha podido existir durante siglos, incluso desde la antigüedad. Por ejemplo, hay registros del antiguo Egipto de personas que sufrían síntomas similares a la clamidiasis, por ejemplo, sensación de ardor al orinal. En los viejos tiempos, la C. trachomatis probablemente se confundía con la gonorrea, ya que sus síntomas son similares. El descubrimiento de la Chlamydia se atribuye a un científico checo en el año 1907 llamado Stanislaus von Prowazek, aunque no se sabe con certeza.

C. trachomatis posee un ciclo reproductivo bifásico (véase Fig. 5) que comienza cuando una partícula no activa metabólicamente pero sí infecciosa denominada cuerpo elemental infeccioso ingresa a la superficie apical de las células epiteliales del tracto genital. Tras la entrada mediante el mecanismo de endocitosis, los cuerpos elementales se reestructuran diferenciándose en órganos más grandes – estos ya son metabólicamente activos, pero no infecciosos llamados cuerpos reticulares –. Los cuerpos reticulares se someten a la replicación del material genético y fisión binaria en repetidas ocasiones con la finalidad de aumentar el número de células (Jahnke et al., 2022). Finalmente, los cuerpos reticulares se diferencian otra vez a cuerpos elementales que escapan de la célula mediante lisis o apoptosis pudiendo infectar así células vecinas mediante el mismo mecanismo que se iniciaría con el ingreso en la superficie apical de las células epiteliales vecinas (Virginia Pinzón-Fernández et al., 2019). Cabe destacar que, si se diagnostica a tiempo la infección por C. trachomatis y se trata al paciente con antibióticos betalactámicos, la bacteria se ve expuesta a los llamados factores de estrés como interferón gamma o estos antibióticos betalactámicos. De esta manera, la bacteria entra en un estado llamado cuerpo aberrante “no viable” de mayor tamaño que los cuerpos reticulares. Éste permanece en estado de latencia hasta que los factores de estrés se eliminan del medio donde se encuentra la célula hospedadora. Una vez estos factores de estrés desaparecen, C. trachomatis puede retomar su ciclo reproductivo normal para volver a infectar de nuevo.

Se ha demostrado que al final del ciclo de desarrollo, C. trachomatis provoca la muerte de las células huésped, lo que se debe principalmente al aumento del estrés oxidativo y muestra ciertas características mecánicas y morfológicas de la apoptosis (Jahnke et al., 2022), como se desarrollará más adelante.

Chlamydia trachomatis incluye dos biovares humanos: El linfogranuloma venéreo, característico por su tropismo hacia células linfoides y su capacidad de causar enfermedades sistémicas; y el biovar tracoma, limitado fundamentalmente a células epiteliales de las membranas mucosas, y capaz de causar tracoma, enfermedades de transmisión sexual, conjuntivitis y neumonías neonatales, entre otras.

La membrana externa de las bacterias del género Chlamydia contiene una proteína codificada por el gen ompA con cuatro dominios variables simétricos. Su función es mantener la rigidez estructural de la membrana externa y facilitar la formación de porinas, permitiendo así la difusión de solutos a través de la membrana reticulada intracelular; jugando un papel importante en la patogénesis y la adhesión a la célula huésped (Shamkhi et al., 2022).

Fig. 5. Ciclo de vida y ciclo infectivo de Chlamydia trachomatis. C. trachomatis se propaga mediante un ciclo reproductivo bifásico que abarca al cuerpo reticulado y el cuerpo elemental. Si la bacteria se ve sometida o expuesta a factores de estrés, ésta se reorganiza como cuerpo aberrante permaneciendo en estado latente.

 

¿Cómo se detecta en los laboratorios clínicos?

Los métodos diagnósticos más utilizados para la detección de Chlamydia trachomatis en los laboratorios clínicos son la prueba rápida de antígenos y técnicas serológicas dónde se buscan anticuerpos específicos generados en el organismo huésped contra C. trachomatis (Shamkhi et al., 2022). Para ello, se necesita tomar una muestra de orina – de la primera micción de la mañana ya que es la que contiene mayor concentración de microorganismos – en el caso de los hombres y una muestra de hisopado vaginal – secreción del cuello uterino – en el caso de las mujeres.

La técnica más usada en los laboratorios clínicos para la detección de C. trachomatis es el test rápido de antígenos; debido a que es la prueba más económica, rápida y fiable. En algunos laboratorios, se realizan técnicas de detección molecular mediante PCR para determinar si existe material genético de la bacteria y, como consecuencia, una posible infección por C. trachomatis. Aunque sea una prueba un poco menos económica, aumenta exponencialmente la sensibilidad en el diagnóstico y favorece el tratamiento.

En cuanto a los inconvenientes del estudio microbiológico, la sensibilidad de éste podría verse afectada por una recolección inadecuada de muestras, almacenamiento y/o un transporte incorrecto de la misma, materiales tóxicos en la muestra recolectada clínicamente, así como por el crecimiento excesivo del cultivo celular debido a agentes microbianos comensales (Shamkhi et al., 2022).

Además, debido a que Chlamydia trachomatis es una bacteria intracelular obligada con la capacidad de existir en forma activa (cuerpo reticular) o latente (cuerpo aberrante) dentro de las células del epitelio genital, dificulta más la técnica para su cultivo e incluso para su detección por biología molecular – debido a la presencia de inhibidores de la reacción en cadena de la polimerasa y al bajo número de copias presentes en la mayoría de las lesiones – (Gutiérrez-Campos et al., 2019). Día a día van surgiendo nuevas técnicas y aproximaciones para poder realizar un diagnóstico más eficaz y fiable.

 

Fisiopatología

La infección por Chlamydia trachomatis es una de las enfermedades de transmisión sexual que más habitualmente afecta a humanos (Ray et al., 2022) y es la causa principal de ceguera por infección alrededor del mundo (Chemutai et al., 2019). C. trachomatis puede causar una gran variedad de infecciones como tracoma, infecciones pulmonares, infecciones genitales en ambos sexos (Chemutai et al., 2019) y oftalmia neonatal, caracterizada por la presentación de conjuntivitis en el lactante durante el primer mes de vida (Arguello Organista, 2022). Las infecciones por C. trachomatis pueden ser tanto sintomáticas como asintomáticas – la gran mayoría – con complicaciones tardías frecuentes que varían ampliamente del 2 al 20%. La mayoría de las infecciones – casi el 90% - por C. trachomatis son asintomáticas (Gutiérrez-Campos et al., 2019). Las infecciones ascendentes, también conocidas como enfermedades inflamatorias pélvicas, son consecuencias a largo plazo que tienden a ser crónicas y se repiten con complicaciones cicatriciales posiblemente relacionadas con mecanismos de hipersensibilidad y reacciones adversas del cuerpo (Shamkhi et al., 2022).

Cuando la bacteria C. trachomatis invade el epitelio, el sistema inmunitario innato del organismo se activa reconociendo unos patrones moleculares asociados a patógenos (Pathogen-associated molecular patterns, PAMP por sus siglas en inglés), como los receptores TLR o toll-like receptors. De esta manera, se activa la señalización química, es decir, la producción de citoquinas proinflamatorias como por ejemplo la interleucina IL-1 o TNF-α (factor de necrosis tumoral alfa). Se estimulan además otras células como macrófagos, granulocitos, químico unas como la interlocución a IL-8, granulocitos; entre otras; además de las células natural killers, células dendríticas y neutrófilos que estimulan la activación de un mayor número de citoquinas proinflamatorias para inhibir el crecimiento bacteriano y la infección. Cabe destacar que las células infectadas por C. trachomatis producen interferón gamma (INF-γ) y a la vez interleucinas IL-1, IL-8 y IL-12 que producen lesión tisular durante la infección primaria. La principal función del INF-γ es restringir la reproducción y crecimiento de la bacteria. Sin embargo, la concentración de esta citocina es crítica para el resultado de la infección. Como se ha comentado antes, la infección puede permanecer durante años en la célula huésped y puede reactivarse generando así una respuesta secundaria más intensa con mayor inflamación asociada (Virginia Pinzón-Fernández et al., 2019).

El epitelio de tracto genital junto con las células inmunes T y B constituyen la primera línea de defensa contra C. trachomatis. La respuesta inmune activada conduce a una inflamación crónica de los tejidos. Además, las células epiteliales infectadas liberan unas enzimas llamadas metaloproteasas de la matriz que contribuyen a la proteólisis del tejido y posterior remodelación de éste. Por su parte, los neutrófilos tienen la función de liberar metaloproteasas de la matriz, así como elastinas para favorecer el daño tisular. Por su parte las células natural killer producen INF-γ que tiene la función de impulsar a las células T CD4 a activar la respuesta inmune mediada por células T helper 1 (Th1). Las células dendríticas a su vez presentan los antígenos de C. trachomatis, contribuyendo así al balance de la inmunidad innata y adaptativa. Cabe destacar que esta respuesta puede ser protectora o patológica, dependiendo del balance entre la inmunidad mediada por células T helper 1 y células T helper 2 (Th2). Si se potencia únicamente la respuesta inmune mediada por Th1, se genera protección contra la infección crónica; sin embargo, la respuesta patológica Th2 contra C. trachomatis puede conducir a inflamación crónica (Virginia Pinzón-Fernández et al., 2019).

C. trachomatis utiliza diferentes mecanismos para evadir la respuesta inmune de la célula hospedadora y producir así cambios celulares que le permitan sobrevivir y poder así perpetuar la inflamación. El principal mecanismo que usa para evadir la respuesta inmune es la regulación negativa de la expresión del complejo mayor de histocompatibilidad de clase I (MHC-I por sus siglas en ingles de Major Histocompatibility Complex I). El MHC-I es un conjunto de genes que codifican antígenos de histocompatibilidad que tienen la función de participar en la presentación de antígenos a los linfocitos T permitiendo así la activación de procesos inmunitarios. De esta manera, evita que el MHC-I reconozca las partículas de C. trachomatis como extrañas y no se activa la respuesta inmune (Virginia Pinzón-Fernández et al., 2019).

Si se da el caso que se activara la respuesta inmunitaria, la célula huésped pondría en marcha mecanismos para poder eliminar a la bacteria siendo uno de ellos la apoptosis celular. Otro mecanismo para garantizar la supervivencia de Chlamydia trachomatis es contrarrestar la función apoptótica bloqueando la liberación del citocromo C desde la mitocondria hacia el citosol e inhibiendo la activación de la caspasa 3 y su señal proapoptótica para poder así completar su ciclo reproductivo intracelular (Virginia Pinzón-Fernández et al., 2019). C. trachomatis sintetiza una proteína llamada CADD (Chlamydia protein associating with death domains) o proteína de Chlamydia asociada a receptores de muerte que se expresa al finalizar el ciclo inefectivo de C. trachomatis. Esta proteína posee una región de dominio de muerte cuya función es inhibir la apoptosis.  Zoe Dimond y sus colaboradores (Dimond et al., 2022) mediante un estudio sugirieron que esta proteína sintetizada por C. trachomatis podría interactuar con efectores apoptóticos localizados en las mitocondrias de la célula huésped, inhibiendo así la apoptosis (Dimond et al., 2022). Sin embargo, se deberían realizar un mayor número de estudios y ensayos clínicos con la finalidad de esclarecer los mecanismos por los cuales C. trachomatis evita la muerte celular y sobrevive en la célula huésped.

C. trachomatis posee proteínas con la capacidad de metilar el material genético de la célula hospedadora con la finalidad de activar o suprimir genes, favoreciendo así la resistencia a mecanismos inmunológicos. La metilación es un proceso mediante el cual se añaden grupos metilo a la cadena de DNA modificando así su función. La metilación del DNA es esencial para el desarrollo normal de las células y se asocia con una serie de procesos clave; incluyendo la inactivación del cromosoma X, impronta genómica, envejecimiento, carcinogénesis, represión de transposones, entre otros. La principal función de la metilación del DNA es suprimir la expresión de genes retrovirales endógenos y otros tramos tóxicos de DNA eliminando así la infección bacteriana. La función de C. trachomatis en este caso sería bloquear la metilación del DNA para poder resistir a los mecanismos inmunológicos (Virginia Pinzón-Fernández et al., 2019).

Una respuesta inmune adecuada es esencial para eliminar C. trachomatis; pero esta respuesta no siempre es suficiente, lo que provoca una infección persistente y un mayor riesgo de cáncer de cuello uterino o cualquier otra patología. Dada la alta prevalencia de esta infección bacteriana, se debe alentar la investigación que proporcione más evidencia de un vínculo entre Chlamydia trachomatis y enfermedades del tracto genital. Adicionalmente es necesario mejorar las estrategias de salud pública para la detección, diagnóstico y tratamiento tempranos, al tiempo que se promueve el uso de métodos de barrera para reducir el riesgo de nuevas infecciones.

Los principales síntomas de infección por Chlamydia trachomatis en hombres sintomáticos son: Inflamación del tracto urinario, epididimitis – inflamación del epidídimo – y daño en el material genético del esperma, provocando fragmentación espermática (Grande Pérez & Castro, 2022; Moazenchi et al., 2018); aunque más de la mitad de los hombres infectados con CT son asintomáticos (Shamkhi et al., 2022) actuando como reservorio de transmisión hacia sus parejas sexuales sanas. Por este motivo, la infección por Chlamydia trachomatis puede persistir hasta 4 años en parejas donde el hombre es el paciente asintomático (Moazenchi et al., 2018) pudiendo afectar incluso a la fertilidad de la pareja; debido a que, aunque se pongan en tratamiento, si la infección persiste en el hombre, éste puede infectar de nuevo a la mujer.

Se ha observado en países de USA y Europa la existencia de una serie de factores demográficos como la edad, soltería o el número de parejas sexuales, entre otros; que aumentan exponencialmente el riesgo de infección por C. trachomatis (Chemutai et al., 2019). Éste último se debe a que, al tener varias parejas sexuales, la probabilidad de encontrar a una pareja sexual infectada por CT– o cualquier otra ETS – es mayor que si se tienen sólo uno o pocos contactos sexuales; así como al tener contactos sexuales nuevos o casuales, debido a la baja familiaridad entre las parejas y la falta de comunicación (Chemutai et al., 2019).

Haciendo referencia a la edad, se ha relacionado un mayor riesgo de infección por CT en la población menor a 35 años (Shamkhi et al., 2022). Una posible hipótesis es que la juventud es la población más activa sexualmente (Chemutai et al., 2019), por tanto, tienen mayor número de parejas sexuales y más probabilidad de contraer infección. Una segunda hipótesis de Shamkhi y sus colaboradores (Shamkhi et al., 2022) explica que existe una mayor probabilidad de riesgo de infección en mujeres adolescentes que puede estar asociado con ciertos aspectos del desarrollo físico que hacen que este grupo sea más vulnerable a las infecciones de transmisión sexual, incluida la persistencia del epitelio cilíndrico en el cuello uterino, que favorece el crecimiento de C. trachomatis; y los cambios en la flora vaginal y producción de moco. Además, los pacientes adultos pueden haber adquirido inmunidad parcial después de infecciones iniciales o en serie en el pasado (Chemutai et al., 2019; Shamkhi et al., 2022).

El curso patológico de las infecciones por CT es impredecible, diverso, mayoritariamente asintomático y requiere aún de muchos estudios (Shamkhi et al., 2022).

 

Tratamiento

Para tratar una infección por C. trachomatis es recomendable administrar antibióticos de amplio espectro. El tratamiento de primera línea por excelencia es la doxiciclina en dosis de 100mg dos veces al día por tres semanas. También se puede administrar azitromicina 1g o repetida de forma semanal durante tres semanas; o eritromicina 400mg cada 6h durante 21 días (Bustos et al., 2022). Se recomienda además evitar los encuentros sexuales y administrar tratamiento farmacológico a las parejas sexuales de los últimos meses con la finalidad de disminuir así su propagación.

Además, se recomienda también realizar otro examen un mes después de empezar el tratamiento para determinar si la infección por Chlamydia trachomatis ha cesado o si por el contrario el tratamiento tiene que seguir.

 

Relación de la infección por Chlamydia trachomatis y la fertilidad

La infertilidad se define generalmente como el intento de tener un embarazo fructífero manteniendo relaciones sexuales frecuentes sin protección durante al menos 12 meses sin éxito. La infertilidad afecta a millones de parejas en el mundo. La incidencia varía según la zona geográfica. Se calcula que en el mundo existen entre 50 y 80 millones de personas que pueden ver afectada su vida fértil. Algunos estudios muestran que la incidencia va en aumento (Lucía & Ortiz, 2020).

Una prolongada exposición de C. trachomatis en el trato genital de las pacientes femeninas puede provocar una serie de enfermedades o complicaciones como por ejemplo enfermedad pélvica inflamatoria, infertilidad, terminación prematura del embarazo además de aumentar la susceptibilidad a embarazos ectópicos (Shamkhi et al., 2022), donde el óvulo fertilizado se desarrolla en tejidos distintos a la pared uterina; por ejemplo, en la trompa de Falopio o el ovario.

La infección por C. trachomatis es una de las causas más comunes de infertilidad (Shamkhi et al., 2022) y problemas adversos durante el embarazo en todo el mundo (Ray et al., 2022; Shamkhi et al., 2022). La infección por C. trachomatis a largo plazo aumenta significativamente el riesgo de infertilidad, especialmente en las mujeres (Nekmat et al., 2020). Hoy en día, muchos países desarrollados se enfrentan a tasas de fertilidad que van disminuyendo día a día entre las parejas jóvenes. Se ha reportado a nivel mundial que del 12 al 15% de todos los embarazos acaban en una pérdida gestacional y que el 14% de las muertes relacionadas con el embarazo son debidas a un aborto. Por ejemplo, Malasia ha experimentado una disminución en la tasa de fecundación total (véase Tabla 3) en los últimos años (Nekmat et al., 2020). Los Centros de Control y Prevención de Enfermedades han declarado que la infertilidad y/o RSA (recurrent spontaneous aborters por sus siglas en inglés) puede tener varias causas, como anomalías genéticas, agentes infecciosos y/o factores ambientales adversos. Ha habido diversos hallazgos que asocian la infección por Chlamydia trachomatis con la infertilidad, particularmente la infertilidad asociada al factor tubárico (TFI) y la enfermedad inflamatoria pélvica (PID) (Nekmat et al., 2020).

Algunos autores han sugerido que las infecciones pueden ser las causantes de entre el 10 y 60% de los abortos, considerándose un importante factor de riesgo en las mujeres embarazadas de países en vías de desarrollo. Entre los múltiples agentes infecciosos causantes de abortos, C. trachomatis ha tenido un incremento en su frecuencia a lo largo de la última década, considerándose en la actualidad el agente bacteriano asociado a resultados adversos de la infertilidad o embarazo más frecuente; así como el patógeno más comúnmente transmitido por vía sexual en todo el mundo (Gutiérrez-Campos et al., 2019).

En una revisión llevada a cabo por Rafael y sus colaboradores en 2019 (Gutiérrez-Campos et al., 2019) sugirieron la hipótesis que C. trachomatis afecta de manera inicial al cérvix y a la uretra provocando leucorrea y disuria. Cuando la infección no es diagnosticada ni tratada; puede generar alteraciones en el epitelio genital como cervicitis, endometritis, salpingitis o enfermedad pélvica inflamatoria. Durante el embarazo, los posibles cambios en la respuesta inmune pueden incrementar el riesgo de colonización por Chlamydia trachomatis. Se ha sugerido que el mecanismo por el cual esta bacteria puede generar una pérdida gestacional es debido a la invasión del espacio coriodecidual, lo cual ocasiona inflamación de la placenta y corioamnioitis. Este proceso inflamatorio favorece la liberación de proteasas, que provocan la ruptura prematura de membranas, posterior activación de la cascada del ácido araquidónico, contracción uterina y finalmente parto prematuro y/o aborto (Gutiérrez-Campos et al., 2019).

Tabla 3. Tasa de fecundación total en mujeres de Malasia. Información extraída de (Nekmat et al., 2020)

 

En una revisión sobre la literatura llevada a cabo por Shamkhi y sus colaboradores en 2022 (Shamkhi et al., 2022) se establecieron una serie de factores determinantes relacionados con el aumento de contagios por C. trachomatis (véase Tabla 4). Se determinó que habría un mayor número de contagios en la población femenina embarazada menor a 30 años (11,76%), respecto a la población mayor a 30 años (3.7%). Además, había mayor prevalencia de infección en áreas urbanas (11,56%) en comparación con áreas rurales (0%). También aumentaron el número de contagios en estudiantes o personas con trabajo estable (13.03%) en comparación a los casos de población desempleada (5.56%) (Shamkhi et al., 2022). Otros factores estudiados también en esta review fueron la educación, número de parejas sexuales, etnia, economía, entre otros.

La mayoría de las infecciones agudas por C. trachomatis son asintomáticas, lo que resulta en un diagnóstico tardío con transmisión continua de patógenos (Shamkhi et al., 2022). En términos de reproducción, los casos de infección por CT asintomáticos muestran una alta prevalencia de riesgo durante el embarazo comparado con las infecciones sintomáticas.

Tabla 4. Distribución de la infección por Chlamydia trachomatis acorde a diversos factores demográficos (Elaboración propia. Información extraída de (Shamkhi et al., 2022) .

Las enzimas SOD (superoxide dismutase) son una clase de enzimas antioxidantes que se encuentran en todas las células del cuerpo de los organismos aerobios. Cataliza la descomposición del superóxido (O2-) – uno de los radicales libres más reactivos – en oxígeno molecular (O2) y agua (H2O); pasando por un estado intermediario que consta de peróxido de hidrógeno (H2O2) (véase Ecuación 1). La función principal de las enzimas SOD es reducir las especies reactivas de oxígeno a oxígeno molecular (véase Fig. 6c-d) y participar en funciones de señalización durante el ciclo celular (Ray et al., 2022). Estas enzimas tienen la capacidad de disminuir la producción de radicales libres de oxígeno (ROS, Reactive Oxygen Species), una de las principales causas de daño celular. Además, también ayuda a prevenir el daño oxidativo, pudiendo así ayudar a mejorar la función inmunológica y reducir los efectos del envejecimiento; así como también disminuir los factores contribuyentes de muchas enfermedades crónicas. Las enzimas de la familia SOD participan también en vías moleculares relacionadas con la detoxificación del organismo, vías de la apoptosis y regulación del ciclo celular. Se compone de varios cofactores, entre ellos el hierro, manganeso, cobre, selenio y zinc. Estos cofactores ayudan a la enzima a realizar sus funciones correctamente. Por ello, una dieta rica con todos estos oligoelementos es muy importante para el correcto funcionamiento de la enzima superóxido dismutasa y prevenir así el envejecimiento o determinadas enfermedades.

Ecuación 1. Reacción bioquímica llevada a cabo por la enzima SOD (superoxide dismutase). Cataliza la conversión de superóxido (O2-) a peróxido de hidrógeno (H2O2), intercambiando protones (H+) por moléculas de oxígeno (O2). A su vez, la enzima catalasa puede descomponer el peróxido de hidrógeno (H2O2) en agua (H2O) y oxigeno molecular (O2). (Elaboración propia)

En un estudio llevado a cabo en 2022 por Ray y sus colaboradores (Ray et al., 2022), se observó un aumento significativo de la regulación del gen SOD2 en pacientes con abortos espontáneos recurrentes (RSA, recurrent spontaneous aborters) infectados con C. trachomatis; mientras que la actividad de la isoenzima SOD1 estaba disminuida. El desequilibrio entre las sustancias antioxidantes y las sustancias oxidantes es la causa principal de RSA (véase Fig. 6b-d). Este desequilibrio ocurre cuando el nivel de oxidantes en el organismo aumenta y a su vez, la cantidad de antioxidantes disminuye, generando un aumento de ROS (véase Fig. 6b).

Fig. 6. Diagrama del sistema antioxidante del organismo. En la situación (a), la cantidad de especies ROS (especies oxidantes) y la cantidad de AO (sustancias antioxidantes) están en equilibrio. Cuando se produce un aumento de ROS (b), los antioxidantes no son suficientes para hacer frente a las especies reactivas de oxígeno y se produce daño celular, entre otros. La respuesta del organismo (c) es incrementar la producción de antioxidantes (AO) para poder disminuir los ROS presentes en el organismo (d) (Elaboración propia).

Los radicales libres de oxígeno (ROS) participan en una gran mayoría de funciones fisiológicas y de señalización celular, incluidos procesos reproductivos. La superproducción de ROS en el organismo contribuye a daño celular, además de participar en la patogénesis de muchas enfermedades impidiendo el funcionamiento fisiológico normal de la célula. La producción de ROS afecta a la migración, proliferación y apoptosis del trofoblasto; así como perjudicar el desarrollo placentario y la degeneración del trofoblasto al inducir la apoptosis celular y, por lo tanto, afectar las funciones reproductivas provocando síndrome de ovario poliquístico (PCOS) o endometriosis; así como también provocar un aumento de las complicaciones durante el embarazo, como preeclampsia o abortos espontáneos, entre otros (Ray et al., 2022). El correcto funcionamiento de las enzimas SOD ayuda a disminuir la cantidad de radicales libres en el organismo. La infección del tracto genital por C. trachomatis puede conducir a una mayor producción de radicales libres y, por lo tanto, al estrés oxidativo que influye en la fisiopatología de las complicaciones relacionadas con el embarazo. La respuesta patológica a la infección por C. trachomatis conduce a la producción de ROS y peroxidación lipídica y, finalmente, la muerte celular y la inflamación liberan los cuerpos elementales infecciosos a sitios distantes propagando la infección; afectando así a las funciones reproductivas pudiendo progresar hasta provocar una infección crónica (Ray et al., 2022).

Una posible hipótesis podría ser que la infección por C. trachomatis es un factor predominante en la patogenia del aborto, ya que aumenta la producción de ROS y, por tanto, el estrés oxidativo, lo que conduce a resultados desfavorables en el embarazo. En un estudio llevado a cabo por Jahnke y sus colaboradores (Jahnke et al., 2022) observaron cómo los ROS son inductores efectivos de los llamados nanotubos de túnel (TNT, tunneling nanotubes), unas conexiones celulares transitorias que desempeñan un papel importante en la comunicación de célula a célula y median intercambios de moléculas y orgánulos. Se demostró que C. trachomatis es un patógeno que usa los TNT para contribuir a su propagación (Jahnke et al., 2022).

Las especies reactivas de oxígeno (ROS) son inductores efectivos de TNT, y la producción de ROS se induce transitoriamente en células infectadas por Chlamydia trachomatis como se ha visto anteriormente. Por lo tanto, es posible que, bajo ciertas condiciones, las bacterias promuevan activamente estas reacciones del huésped para inducir la formación de TNT e impulsar su propagación a las células vecinas. Además, las células apoptóticas tempranas establecen TNT con las células circundantes para recibir apoyo mediante el suministro de mitocondrias, lo que promueve la supervivencia de las células. Esto podría conducir a la propagación de bacterias mediante nanotubos en túnel en células huésped desprevenidas que se apresuran a ayudar a las células infectadas que están en peligro (Jahnke et al., 2022).

En los trabajos expuestos por Ray y sus colaboradores en 2022 (Ray et al., 2022) demostraron que el aumento de expresión de SOD2 y la disminución de la expresión de SOD1 es un factor importante en la infección de C. trachomatis, ayudando a promover la producción de estrés oxidativo y RSA (Ray et al., 2022). Una de las causas principales de los abortos espontáneos en pacientes infectadas con C. trachomatis se producen durante las fases iniciales del embarazo debido a una infiltración en el trofoblasto que lleva a la producción de citoquinas y ROS por parte de macrófagos y linfocitos polimorfonucleares (PMN). Estas sustancias producen una respuesta inflamatoria en el útero dando como resultado una implantación embrionaria ineficaz. La oxidación placentaria durante el embarazo es una de las causas principales detrás de pacientes RSA (Ray et al., 2022).

Además, se estudió también la expresión de las isoenzimas SOD1 y SOD2, así como la concentración de 8-isoprostano – un marcador de estrés oxidativo – (véase Tabla 5). Dividieron a sus pacientes en 3 grupos: Grupo Ia (pacientes positivos para C. trachomatis y RSA); Grupo Ib (pacientes no infectados con C. trachomatis y positivos para RSA) y el Grupo II (pacientes no infectados con C. trachomatis y negativos para RSA). Se observó un aumento significativo de la concentración del marcador de estrés oxidativo 8-isoprostano en los pacientes del Grupo Ia (808,28pg/mL) dando a entender que pueden estar relacionados con el mecanismo fisiopatológico adoptado por C. trachomatis a la hora de inducir RSA. Por otra parte, la expresión relativa de SOD1 estuvo aumentada en el Grupo Ib; en comparación con el aumento de expresión relativa de SOD2 en el Grupo Ia; dando a entender que tiene un papel importante en la continuación del embarazo evitando la acumulación de radicales libres y su expresión disminuye en pacientes infectados con C. trachomatis y casos de abortos espontáneos. La función principal de la infección por C. trachomatis es disminuir la expresión de SOD1 en pacientes RSA (Ray et al., 2022).

Tabla 5. Distribución de los valores de 8-isoprostano y las isoenzimas SOD1 y 2. Elaboración propia con información extraída de (Ray et al., 2022)

Las proteínas FOXO son proteínas reguladoras clave durante el proceso del ciclo celular, diferenciación celular, apoptosis y reparación de ADN; además de ser una de las proteínas que se activan durante el mecanismo de infección por C. trachomatis. Las células deciduales localizadas en la capa funcional del endometrio se activan específicamente durante la gestación; dando lugar a la porción materna de la placenta. Estas células son resistentes a la muerte celular oxidativa debido a la función de genes antioxidantes como las enzimas SOD2 anteriormente mencionadas; tiorredoxina o perixorredoxina. Si las células deciduales se exponen a estrés oxidativo, se activa la expresión de las proteínas FOXO aliviando la apoptosis mediada por ROS (Ray et al., 2022).

A parte de afectar a la fertilidad femenina, las especies reactivas de oxígeno también pueden provocar infertilidad por parte del hombre, contribuyendo a la fragmentación espermática. Además, el estrés oxidativo también se relaciona con una mala motilidad, lo que conlleva a infertilidad, una formación errónea del embrión y a posibles abortos debido a errores genéticos por parte del espermatozoide (Azmakan et al., 2020; Grande Pérez & Castro, 2022).

Respecto a los posibles mecanismos implicados en la fisiología de la infección por C. trachomatis en pacientes con problemas de infertilidad, se han reportado distintas hipótesis: En primer lugar y como hemos comentado antes un aumento del estrés oxidativo causado por la presencia crónica de la bacteria Chlamydia trachomatis en el tracto genital. Otra posible hipótesis propuesta por Gutiérrez-Campos es la infección directa del oocito por la bacteria, como se ha demostrado mediante estudios ultraestructurales de microscopía electrónica donde puede observarse la presencia de C. trachomatis en la superficie del oocito y, en algunos casos, también dentro del oocito. Y, por último, un incremento de los niveles de expresión de sustancias como INF-gamma, TNF-alfa; o las interleucinas IL-2, IL-6 e IL-17A secundaria a la infección; todas ellas segregadas en procesos infecciosos (Gutiérrez-Campos et al., 2019).

La fisiopatología del estrés oxidativo relacionado con la infección por C. trachomatis sigue en investigación; así como las complicaciones asociadas a la infección por C. trachomatis durante el embarazo están aún bajo investigación. El mantenimiento fallido del embarazo debido a la infección por C. trachomatis supone una carga importante para muchas mujeres. El patógeno invade el tracto genital superior causando obliteración de las trompas de Falopio e inflamación de la pelvis y, en casos extremos, infertilidad.

La infección por C. trachomatis suele ser una infección asintomática y puede persistir latente en el organismo huésped después de producir una infección crónica e inducir la respuesta inmune del hospedador. Todo ello conlleva a un daño epitelial crónico que cursa con inestabilidad cromosómica, pudiendo dar lugar a transformación celular maligna. La presencia de estos defectos dentro de la célula hospedadora sugiere un posible mecanismo para C. trachomatis de producir cáncer cervical (Virginia Pinzón-Fernández et al., 2019). En trabajos realizados por Jahnke y sus colaboradores (Jahnke et al., 2022), descubrieron que existe una asociación entre C. trachomatis y el desarrollo de cáncer de cuello uterino mediante la presencia de TNT.  Debido a que los nanotubos están involucrados en múltiples aspectos del desarrollo del cáncer – desde la tumorigénesis hasta la resistencia a la terapia – se debe seguir investigando si la chlamydia tiene un impacto en la formación y función de TNT en los tejidos malignos infectados (Jahnke et al., 2022).

 

MYCOPLASMA GENITALIUM

Características y morfología

M. genitalium se descubrió en los años 80 gracias a Tully y sus colaboradores que consiguieron aislar al micoplasma en 2 de los 13 pacientes masculinos con síntomas de uretritis no gonocócica (Zúñiga Carrasco & Lozano, 2018). Mycoplasma genitalium es una bacteria que pertenece a la familia Mycoplasmataceae, a la clase Mollicutes, que comprende pequeñas bacterias fastidiosas (en dimensiones y tamaño de genoma) careciendo de pared celular que crecen en colonias de pequeño tamaño (Dimarco et al., 2022). Se diferencian de las demás bacterias en que carecen de pared celular y, debido a ello, no puede usarse el método de tinción de Gram como primera aproximación al diagnóstico (Zúñiga Carrasco & Lozano, 2018). El tracto vaginal es el primer tejido infectado por Mycoplasma genitalium.

MG es capaz de inducir tumorigénesis no sólo indirectamente a través de una respuesta inflamatoria crónica progresiva local, sino también directamente a través de productos proteicos bacterianos como p37 que ejercen efectos oncogénicos (Miyake et al., 2019). En comparación con otros microorganismos, el número de estudios dirigidos a la detección de M. genitalium en pacientes con cáncer y la comprensión del papel biológico de M. genitalium en la progresión del cáncer son todavía pocos. Miyake y sus colaboradores (Miyake et al., 2019) determinaron que, si la infección de M. genitalium persiste más de cuatro meses, ésta adquiere transformación oncogénica en células prostáticas benignas. Observaron en estas células una elevada capacidad de migración e invasión, crecimiento independiente de anclaje y tumorigenicidad aumentada. Estos cambios se asociaron con una acumulación de aberraciones cromosómicas y polisomía.

Algunos expertos sugieren que estos hallazgos implican la influencia del microbioma vaginal, lo que requiere más investigación para determinar si M. genitalium es un contribuyente independiente al desarrollo de la enfermedad pélvica inflamatoria. Mycoplasma genitalium ha alcanzado su pico epidemiológico en estos últimos años.

 

¿Cómo se detecta en los laboratorios clínicos?

La bacteria M. genitalium puede tardar meses en crecer en cultivo microbiológico debido a que son bacterias muy exigentes nutricionalmente; requieren un medio rico en esteroles y con precursores de aminoácidos y nucleótidos preformados. Además, las micobacterias, al ser de tamaño tan pequeño y carecer de pared celular, no se pueden teñir mediante la tinción de Gram. Las células de Mycoplasma genitalium miden generalmente menos de una micra y son, por tanto, muy difíciles de detectar con un microscopio convencional.

El diagnóstico de MG fue difícil debido a una serie de características propias de los micoplasmas que, se podría decir que dificultan el cultivo microbiológico. Estas características son las siguientes:

  • Los micoplasmas son bacterias de crecimiento lento, pudiendo tardar hasta 3-4 semanas en aparecer las primeras colonias una vez sembrada la placa.
  • Son microorganismos fastidiosos ya que necesitan medios de cultivo específicos para poder crecer como por ejemplo medios de cultivo que contengan esterol, purinas y pirimidinas.
  • Utilizan como fuente de energía la glucosa y necesitan un ambiente microaerófilo (5% de CO2) para poder crecer.

Debido a todas estas características, fue bastante complicado durante mucho tiempo dar un diagnóstico y posterior tratamiento eficaz y rápido; hasta la introducción de pruebas moleculares como las técnicas de amplificación de ácidos nucleicos (NAAT, nucleic acid amplification test) como la PCR (Dimarco et al., 2022; Lifeder, 2022).

Existe un debate sobre la necesidad de un cribado generalizado de Mycoplasma genitalium, pero la historia natural de este patógeno emergente de transmisión sexual es poco conocida (Cina et al., 2019), por este motivo, las pruebas diagnósticas se reservan a personas que cumplan los siguientes puntos (Dimarco et al., 2022):

  • Tienen uretritis o cervicitis persistente a recurrente
  • Ya han sido testeados para chlamydia y gonorrea, siendo negativo el resultado
  • Síntomas que persisten a pesar de la terapia antibiótica

En algunos países, la prueba diagnóstica para determinar M. genitalium está en desuso o no está disponible. En estos casos, los doctores deben tratar a los pacientes cuando existe un alto índice de sospecha de infección por M. genitalium y otras bacterias causantes de ETS ya han sido excluidos como patógenos primarios.

La incidencia aumenta continuamente, comprometiendo seriamente la salud humana. La clave para el tratamiento y la prevención de la propagación de micoplasma es la detección oportuna y precisa.

 

Patología

La infección asintomática por M. genitalium es frecuente y sus implicaciones no están del todo claras. Mycoplasma genitalium es uno de los principales patógenos productores de uretritis no gonocócica (non-gonococcical uretritis), enfermedad inflamatoria pélvica, cervicitis, epididimitis, orquitis, entre otras; y causan infertilidad tanto en hombres como en mujeres (Cina et al., 2019). La infección por Mycoplasma genitalium se considera una enfermedad de transmisión sexual (ETS) asociada sobre todo a uretritis en hombres y cervicitis y enfermedad pélvica inflamatoria en las mujeres