Introducción: La Secuencia de intubación rápida es una de las técnicas empleadas en circunstancias de emergencia en las que se hace necesario el aislamiento de la vía aérea, la cual previamente precisa de medicación sedante, hipnótica y relajante muscular. El conocimiento de los fármacos y técnica adecuada a aplicar, presenta la capacidad del alivio del dolor y malestar, así como la de salvar vidas. Los fármacos presentes empleados como el Propofol, fentanilo, rocuronio o succinilcolina, se encuentran entre los más utilizados, pero se hace necesario su estudio en comparación con otros fármacos para conseguir un algoritmo de actuación aplicable a la mayoría de los casos, siempre teniendo en cuenta la clínica individual de cada paciente. Tipo de estudio: Revisión bibliográfica. Objetivo principal: Determinar la eficacia de la administración de diferentes fármacos inductores, sedantes, analgésicos y miorrelajantes en la secuencia de intubación rápida. Material y métodos: Bases de datos empleadas Pubmed y Google Académico aplicando 9 descriptores con los booleanos AND y OR. Resultados: El Propofol, ketamina y etomidato son los inductores de elección en la secuencia de inducción rápida ya que presentan corta acción de inicio, son sedantes e hipnóticos de corta duración que a su vez presentan relativa estabilidad hemodinámica. El fentanilo es el analgésico y sedante elegido para el tratamiento del dolor severo ya que no causa depresión cardiovascular. En cuanto a los relajantes musculares, la succinilcolina presenta un inicio de acción rápido y una corta duración, debiendo restringirse en los casos de susceptibilidad a desarrollar hipertermia maligna, mientras que el rocuronio presenta un inicio de acción más corto, pero de mayor duración, pudiendo ser revertido por el sugammadex. Conclusiones: Los fármacos de elección en la secuencia de intubación rápida deben individualizarse a la clínica de los pacientes, así como conocer las ventajas e inconvenientes de los fármacos administrados en la SIR.
Palabras clave: Secuencia de intubación rápida, relajantes musculares, opioides, hipnóticos y analgésicos.
Introduction: The rapid intubation sequence is one of the techniques used in emergency circumstances in which isolation of the airway is necessary, which previously requires sedative, hypnotic and muscle relaxant medication. Knowledge of the drugs and appropriate technique to apply has the ability to relieve pain and discomfort, as well as save lives. The drugs present used, such as Propofol, fentanyl, rocuronium or succinylcholine, are among the most used, but it is necessary to study them in comparison with other drugs to achieve an algorithm of action applicable to the majority of cases, always taking into account the individual clinic of each patient. Type of study: Literature review. Main objective: Determine the effectiveness of the administration of different induction, sedative, analgesic and muscle relaxant drugs in the rapid intubation sequence. Material and methods: Use of the Pubmed and Google Scholar databases using 9 descriptors with the booleans AND and OR. Results: Propofol, ketamine and etomidate are the inducers of choice in the rapid induction sequence since they have a short onset of action, they are short-lasting sedatives and hypnotics that in turn present relative hemodynamic stability. Fentanyl is the analgesic and sedative of choice for the treatment of severe pain since it does not cause cardiovascular depression. Regarding muscle relaxants, succinylcholine has a rapid onset of action and a short duration, and must be restricted in cases of susceptibility to malignant hyperthermia, while rocuronium has a shorter onset of action, but of longer duration, and may be reversed by sugammadex. Conclusions: The drugs of choice in the rapid intubation sequence must be individualized to the patients clinical symptoms, as well as the advantages and disadvantages of the drugs administered in the SIR.
Keywords: Rapid intubation sequence, muscle relaxants, opioids, hypnotics and analgesics.
La anestesia de define como un tratamiento médico empleado a fin de evitar la sensación de dolor durante procedimientos diagnósticos o terapéuticos, así como de intervenciones quirúrgicas o invasivas capaces de provocar una sensación dolorosa en el paciente. A su vez, se considera un estado reversible de la pérdida de conciencia, relajación muscular y analgesia (Historia de la anestesia: Desarrollo de los métodos anestésicos modernos, s.f.).
La palabra anestesia tiene su origen etimológico griego, (anaiothēsia). Su prefijo (án) privación y de «αισθασνεσθαι» (aisthánesthai) sentir (Definición y etimología de anestesia,2024).
Los pioneros en buscar el control del dolor físico fueron Hipócrates y Galeno, su primer método de alivio del dolor consistió en el uso de esponjas soporíferas sumergidas en una mezcla de opio, beleño y mandrágora, las cuales una vez mojadas, eran aplicadas sobre el paciente previamente al inicio de la cirugía y de esta forma conseguir dormir al enfermo (Historia de la anestesia: Desarrollo de los métodos anestésicos modernos, s.f.).
Otro de los métodos empleados fue la compresión del cuello al nivel de la arteria carótida, practicada por los asirios para la provocación de isquemia cerebral y consecuente estado comatoso (Historia de la anestesia: Desarrollo de los métodos anestésicos modernos, s.f.).
El empleo de los opioides con fines medicinales, aparece descrita en el Papiro de Ebers en el año 3500 A. C. (Historia de la anestesia: Desarrollo de los métodos anestésicos modernos, s.f.).
Los narcóticos vegetales como el conocido cannabis, mandrágora y adormidera eran cultivados en países como la India y Persia. Su uso comenzó cerca del Tigris y Eúfrates en el año 3000 A. C. (Historia de la anestesia: Desarrollo de los métodos anestésicos modernos, s.f.)
También el antiguo Egipto en los años 3000-1000 A. C. se empleaba la adormidera en la población pediátrica, así como los antiguos indios peruanos en los años 400-700 A. C. masticaban la hoja de la coca (Historia de la anestesia: Desarrollo de los métodos anestésicos modernos, s.f.).
A pesar de ello, el significado actual y moderno conocido a día de hoy, presenta su origen primario en Dioscórides, un médico griego conocido como Pedanio en el siglo 50 D. C. (Historia de la anestesia: Desarrollo de los métodos anestésicos modernos, s.f.).
Este médico, realizó varias alusiones a las hojas de sauce como tratamiento de la gota y el alivio del dolor. Así mismo, reconoce las propiedades antipiréticas del cilantro y las antitusivas, antirreflujo y sedantes del opio (Historia de la anestesia: Desarrollo de los métodos anestésicos modernos, s.f.).
En el siglo II, Galeno menciona las propiedades antiflogísticas y antipiréticas de las hojas de sauce. De la misma manera, menciona al opio como el principal y esencial componente del antídoto universal denominado la “triaca”, empleada desde el silo II hasta la edad moderna. Su composición estaba constituida por jugo de opio, también llamado adormidera (Historia de la anestesia: Desarrollo de los métodos anestésicos modernos, s.f.).
En el año 1680, Sydenham, un médico de reino unido, combinó el azafrán, el clavo, el opio y el vino de Málaga para elaborar un jarabe con propiedades analgésicas (Historia de la anestesia: Desarrollo de los métodos anestésicos modernos, s.f.).
En cuanto al descubrimiento de la ventilación artificial, se conoce que fue descrita en el año 1667 por Robert Hooke científico experimental, al aplicar la introducción de aire soplado en animales, así como la ventilación sanguínea a través de un tubo de aire (Historia de la anestesia: Desarrollo de los métodos anestésicos modernos, s.f.).
Es en el siglo XVII cuando se realiza el primer intento de inyección de opio endovenoso empleando el cañón de una pluma, siendo este suceso un considerable avance científico en el avance de las técnicas de infusión intravenosa. (Historia de la anestesia: Desarrollo de los métodos anestésicos modernos, s.f.)
El oxígeno es descubierto y preparado por Joseph Priestley, científico y teólogo británico, el cual descubre en 1774 los diferentes tipos de aire y muestra la preparación del oxígeno (O2) y óxido nitroso (N2O) (Historia de la anestesia: Desarrollo de los métodos anestésicos modernos, s.f.).
Dos años más tarde, Antoine Laurent Lavoisier mezcla el O2 con el nitrógeno, considerando esta mezcla de gran importancia en la composición del aire y como gas respirado. El óxido nitroso fue empleado por primera vez por Humphry Davy, cirujano el cual aplicó así mismo, descubriendo su capacidad analgésica y proponiéndolo como gas hilarante en el alivio doloroso en intervenciones quirúrgicas a partir de 1800 (Romero-Ávila et al., 2020).
Dejando de lado los fenómenos aislados de intubaciones en el renacimiento, la primera experiencia de restablecimiento vital documentada en humanos, tiene su inicio mediante la técnica de boca a boca en el año 1744, ejecutada por William Tossach, un cirujano nacido en Escocia, a un minero víctima de un incendio, resultando esta técnica como exitosa para la supervivencia del mismo (Romero-Ávila et al., 2020).
La primeras prácticas reportadas en humanos sobre la intubación endotraqueal aparecen en el siglo XVIII, cuando fueron documentaron varias experiencias de resucitación en neonatos a través de la introducción de cánulas orotraqueales y su posterior aplicación de aire desde la boca del resucitador y a través del tubo del enfermo, denominando a la técnica boca-tubo (Romero-Ávila et al., 2020).
Con posterioridad, John Fothergill sustituye la técnica boca-tubo por la introducción de un fuelle. Esta introducción no tuvo mucho éxito en ese momento, ya que la aplicación de presiones elevadas no controladas, podría provocar lesiones pulmonares, recomendando por lo tanto el método boca-boca como técnica de preferencia en la ventilación (Romero-Ávila et al., 2020).
Pese a ello, el boca-boca permaneció restringido a determinadas circunstancias tras el descubrimiento del oxígeno y del dióxido de carbono (CO2), ya que se observó que el aire exhalado era pobre en O2, tomando mayor protagonismo la ventilación con presión positiva con fuelles (Romero-Ávila et al., 2020).
A partir de este momento, se comienzan a crear aparatos de ventilación con presión positiva, hasta que en 1775 se incorporan unas válvulas de paso a los fuelles en los sistemas de doble vía, limitando a su vez, el volumen corriente a 500 ml. (Romero-Ávila et al., 2020).
Cabe destacar que en 1780 se incorpora un nuevo sistema de ventilación portátil formado por una mascarilla facial con sellado y una bolsa de reservorio, lo que actualmente se conoce como bolsa manual autohinchable (Romero-Ávila et al., 2020).
Es en el siglo XIX cuando surgen las dudas sobre la seguridad en la aplicación de la presión positiva, puesto que surgieron casos de muertes por neumotórax, roturas alveolares y enfisemas. En este momento, se limitó el avance científico de este tipo de ventilación y se comenzó a investigar sobre el desarrollo de sistemas de ventilación que aplicaban presiones negativas, los cuales llegaron a convertirse en los sistemas de mayor importancia en este siglo y eran conocidos como los “ventiladores tanque” (Romero-Ávila et al., 2020).
Otras variantes fueron las cámaras de vacío o los pulmones de acero, siendo estos últimos los dominantes en el tratamiento de enfermedades respiratorias durante el primer periodo del siglo XX y siendo considerado el primer respirador de presión negativa (Romero-Ávila et al., 2020).
Durante esta época, un médico danés, Trier Moerch, rediseñó su ventilador potenciando la idea de la aplicación de la presión positiva, momento en el que en 1952 aparece la epidemia de la poliomielitis y en la cual los ventiladores de presión estaban funcionando a pleno rendimiento, pero no consiguiendo ser suficientes (Romero-Ávila et al., 2020).
Ante esta circunstancia, al observar que los pacientes afectados presentaban sintomatología de hipertensión y sudoraciones desencadenadas por la retención de dióxido de carbono y que las muertes estaban siendo provocadas por insuficiencias respiratorias, se propone como alternativa el tratamiento ventilatorio empleando presiones positivas, observando el éxito de su aplicación tras la reducción de la mortalidad hasta en un 40%. Desde este momento, comienza a aplicarse la ventilación con presión positiva y a diseñarse las primeras unidades de cuidados intensivos (Historia de la anestesia: Desarrollo de los métodos anestésicos modernos, s.f.).
Puesto que ya conocemos la historia de los primeros fármacos aplicables en el alivio del dolor y los primeros dispositivos para el mantenimiento artificial de la ventilación, cabe detallar y conocer la vía aérea, la cual se encuentra descrita por primera vez en el Talmud Babilónico entre el año 200 A. C. y el 500 D. C. (Romero-Ávila et al., 2020) (Gómez-Rojas, 2021).
El desarrollo del primer dispositivo de intubación denominado tubo endotraqueal aparece en 1754, siendo en 1783 cuando se describe la maniobra de apertura aérea manual en el paciente inconsciente y realizándose la primera intubación endotraqueal en 1792 mediante el método táctil y no visual (Romero-Ávila et al., 2020) y (Gómez-Rojas, 2021).
Finalmente, es a mediados del siglo XX cuando se descubren las maniobras de extensión cervical, levantamiento mandibular, tubo endotraqueal, sellado del tracto respiratorio mediante un balón hinchable, así como las palas rectas y curvas para el laringoscopio (Romero-Ávila et al., 2020) y (Gómez-Rojas, 2021).
Todos estos descubrimientos a lo largo de la historia, estaban encaminados a suplir las necesidades dolorosas del cuerpo humano. De esta forma, tras hablar de los diferentes tipos y evolución de los ventiladores hasta la actualidad, podemos observar que su uso conjuntamente con fármacos como los opioides, eran necesarios para llevar a cabo cualquier intervención quirúrgica que precisase principalmente analgesia, además de anestesia e hipnosis (Gómez-Rojas, 2021).
Como ya hablamos con anterioridad, el opio fue uno de los descubrimientos que más repercusión tuvo en la antigüedad como fármaco analgésico, por ese motivo cabe explicar los componentes y síntesis del mismo. Pesar de ello, se hace necesario comenzar por conocer que es el dolor y sus tipos, puesto que este fármaco como otros que hablaremos más delante de ellos, fueron la motivación y causa de la aplicación y descubrimiento de estas sustancias analgésicas (Gómez-Rojas, 2021).
El dolor es definido de diferentes formas, pero con un significado igualmente válido. Es así, que la Real Academia Española (RAE) lo define como una “sensación molesta y aflictiva de una parte del cuerpo por causa interior o exterior”. De la misma forma que la Sociedad Española del Dolor (IASP) profundiza y busca concretar de manera más precisa su definición, refiriéndose al dolor como “Una experiencia sensorial y emocional desagradable asociada o similar a la asociada con daño tisular real o potencial” (Gutiérrez, 2020).
No es en la propia definición donde está lo realmente importante, sino en la relevancia de los componentes que afectan al dolor. Entre estos destacan los aspectos psicológicos, en los que no existe una lesión objetiva, pero el cual refiere como un dolor real. Los aspectos emocionales, psicógenos y cognitivos del dolor producidos por una situación de estrés, demuestran la aparición de una hiperalgesia debida a la activación de la microglía en la médula espinal (Fuentes, 2020).
El dolor en una de las principales causas de consulta médica tanto en los servicios de Atención Primaria y Especializada como son las Urgencias hospitalarias (Fuentes, 2020d).
El dolor presenta una percepción a través de los nociceptores o del también conocido sistema neuronal sensitivo, el cuál junto a las vías nerviosas aferentes, son capaces de responder a la sensación dolorosa de los estímulos tisulares (Fuentes, 2020d).
Es por ello, que no solamente aparece el dolor cuando existe una lesión objetivada y física, sino que los aspectos subjetivos y emocionales de cada persona, son capaces de provocar un tipo de dolor de igual intensidad que el físico (Fuentes, 2020d).
Tras esta aclaración, podemos observar que existen diferentes tipos y desencadenantes del dolor, éstos son clasificados en función de su localización, duración, patogenia, intensidad y curso (Fuentes, 2020d).
Tabla I. Clasificación de los diferentes tipos de dolor (Puebla, 2020).
El dolor es uno de los motivos por el cual está enfocada esta revisión, puesto que la secuencia rápida de intubación (SRI) se aplica en aquellas circunstancias de urgencia o emergencia ligadas o no a una patología dolorosa (Felipe et al., 2024).
Con anterioridad a adentrarnos en el tema de la secuencia de intubación rápida, cabe definir y diferenciar diferentes términos empleados, como son la sedación, la analgesia y la anestesia.
La secuencia de intubación rápida se trata de un procedimiento que requiere una serie de habilidades y conocimientos básicos en cuanto a las diferentes técnicas de intubación, farmacología y algoritmos empleados. Su objetivo es canalizar, asegurar y mantener una vía aérea definitiva en el paciente crítico (Felipe, M.B., 2015).
En situaciones normales, sin motivo de urgencia, el control de la situación favorece la optimización de la vía aérea, por lo que en circunstancias de hostilidad o urgentes, el objetivo consiste en la realización de una intubación lo más rápida, segura y efectiva posible, siempre intentando minimizar los riesgos, complicaciones, efectos secundarios y/o adversos que puedan producirse en el contexto de la intubación (Felipe, M.B., 2015).
Existen dos tipos de intubación traqueal: orotraqueal o nasotraqueal, denominadas así por la localización de introducción del tubo de ventilación, a través de la boca o la nariz respectivamente (Serrano & Guzmán, 2021).
Cada una de ellas tiene una serie de ventajas e inconvenientes para su aplicación, es por ello, por lo que se hace necesario conocer la anatomía de la cavidad bucal, nasal y traqueobronquial, para posteriormente entender de manera el procedimiento y ser capaces de analizar y valorar cual es la mejor opción ante cada circunstancia que pueda darse (Serrano & Guzmán, 2021).
Comenzaremos por describir anatómicamente la cavidad bucal, ésta se encuentra ubicada en la parte inferior de la cara y se subdivide en la cavidad oral y el vestíbulo bucal (Serrano & Guzmán, 2021).
Como estructuras subyacentes se encuentran los dientes, la lengua, las encías, los paladares duro y blando, las glándulas salivales y la mucosa yugal, los cuales participan en la formación del bolo alimenticio (Serrano & Guzmán, 2021).
Los músculos que forman su estructura se dividen en intrínsecos y extrínsecos. Dentro de los primeros se encuentran el longitudinal superior e inferior, el transverso y el vertical. En cuanto a los extrínsecos podemos nombrar al palatogloso, estilogloso, geniogloso e hiogloso (Serrano & Guzmán, 2021).
En cuanto a la irrigación sanguínea se encuentra la arteria y vena linguales y la vena dorsal de la lengua (Serrano & Guzmán, 2021).
Su inervación se divide dos tercios anteriores, donde se encuentran el nervio lingual, el cual se subdivide en rama del nervio mandibular relacionado con la sensibilidad y la rama del nervio facial relacionada con el sentido del gusto. El tercio posterior, se inerva por la rama lingual del glosofaríngeo o IX par craneal, encargado de la sensibilidad, del sentido del gusto y de las papilas circunvaladas (Serrano & Guzmán, 2021).
Una vez conocida la cavidad oral, es necesario conocer la faringe, siguiente componente anatómico conocido coloquialmente como garganta. Analizaremos sus partes, así como la función y anatomía de cada una de ellas.
Tanto la orofaringe como la laringofaringe constituyen las estructuras de paso aéreo y alimenticio. Se encuentran formados por tejido fibromuscular y recubiertos por epitelio escamoso estratificado (Anatomía de la faringe, 2024).
(Anatomía de la faringe, 2024)
Otro método de intubación es la nasotraqueal, este tipo de intubación se realiza con la introducción del tubo traqueal a través de una de las fosas nasales. A diferencia de la orotraqueal, existen menor número y variedad de dispositivos de ventilación traqueal cuando se realiza mediante esta vía. En estos casos, se emplean tubos traqueales anillados u orillados, estos tubos están compuestos a lo largo de su longitud por una serie de anillos metálicos flexibles que permiten y proporcionan mayor flexibilidad del tubo, lo cual favorece su introducción a través de la vía nasal. Esta vía presenta una serie de complicaciones como es la epistaxis, pero es la vía de elección en situaciones de emergencia en la cual los pacientes no pueden ser intubador por vía bucal por determinadas circunstancias o patologías como edemas laríngeos o traqueales y trastornos cervicales o ante la inexistencia de relajantes musculares. A su vez, también tiene una serie de contraindicaciones de uso como es la fractura de base de cráneo. Para prevenir el sangrado nasal por lesión de la mucosa, normalmente y considerado beneficioso, el uso de vasoconstrictores tópicos, así como el empleo de una lubricación adecuada del tubo para evitar al mínimo el rozamiento y lesión de la mucosa y favorecer su deslizamiento y recorrido intranasal (Moll, 2023).
La nariz consiste en una cavidad que tiene su entrada a través de las narinas y hasta las coanas dando comienzo a la nasofaringe. Se encuentra dividida en dos cámaras separadas por el tabique nasal. Los laterales de la nariz tienen en su interior 3 proyecciones óseas llamadas cornetes, por los cuales se produce el paso del aire exterior por su parte inferior. El cornete de mayor importancia es el inferior, ya que su espacio es el que será empleado a la hora de introducir dispositivos aéreos que permitan la permeabilidad de la vía aérea (Anatomía de la vía aérea, 2017).
En cuanto a su irrigación, destaca principalmente la arteria maxilar, aunque también se encuentra irrigada por la rama esfenopalatina y la arteria facial. Ambas arterias se unen en la pared medial formando el plexo de Kisselbach, lugar de mayor riesgo de sangrado al realizar la instrumentalización nasal (Anatomía de la vía aérea, 2017).
(Ocheretin, 2017)
Cualquiera de estos dos orificios faciales mencionados con anterioridad, sirve como entrada para la introducción de un utensilio de ventilación aérea artificial, los cuales tienen como finalidad el acceso a la tráquea y de la misma forma, la ventilación pulmonar (Ocheretin, 2017).
La tráquea consiste en un conducto fibrocartilaginoso, el cual tiene su inicio en la laringe y se extiende a lo largo del tórax hasta su bifurcación en dos ramas denominadas bronquios. Se trata de un tubo flexible de aproximadamente 11-12 cm de longitud, que se ensancha a medida de se aleja de la laringe. Su diámetro es variable en función del sexo y la edad del paciente, siendo de menor diámetro en edad pediátrica y mayor en la edad adulta (Ocheretin, 2017).
La finalidad y función de esta estructura es el paso del aire del exterior al interior de los pulmones y viceversa (Ocheretin, 2017).
Una vez bifurcada a la altura de la cuarta vértebra, aparece el denominado árbol bronquial, el cual se inicia con la existencia de dos bronquios principales, derecho e izquierdo. El bronquio derecho se encuentra dispuesto de manera prácticamente vertical y siendo más corto y ancho que el izquierdo (Ocheretin, 2017).
Cada bronquio principal, a su vez se divide en bronquios intrapulmonares de menor tamaño y dirigidos hacia los pulmones. Existen 3 tipos de bronquios intrapulmonares:
En lo referente a la anatomía pulmonar, el cuerpo humano dispone de 2 pulmones, ubicados en la cavidad torácica, uno a cada lado del mediastino. Se encuentran protegidos por los huesos torácicos, las costillas principalmente, aunque también participan la columna vertebral posteriormente y el esternón en su parte anterior. Ambos pulmones se componen de un vértice o parte superior y una base o parte inferior, dos caras, una mediastínica y otra costal, además de tres bordes, inferior, posterior y anterior. Cada pulmón presenta 3 caras, diafragmática, costal y mediastínica. Y se encuentran recubiertos por 2 capas o membranas denominadas pleuras, separadas entre sí por un espacio ocupado por un líquido seroso pleural (Serrano & Guzmán, 2021).
Su principal función consiste en el intercambio de O2 y CO2 con la circulación sanguínea, la cual se produce en los alveolos, ya que éstos se encuentran en estrecho contacto con los capilares (Serrano & Guzmán, 2021).
El proceso de intercambio de gases presenta 2 etapas:
Los pulmones se encuentran formados por lóbulos, teniendo tres el derecho y dos el izquierdo, cada uno de ellos separado de los demás por fisuras (Serrano & Guzmán, 2021).
PULMONES DERECHO E IZQUIERDO (Serrano & Guzmán, 2021)
PULMON IZQUIERDO (Serrano & Guzmán, 2021)
PULMON DERECHO (Serrano & Guzmán, 2021)
Una vez conocida de manera general la anatomía de la vía aérea y teniendo en cuenta aquellas estructuras y órganos que deben ser conocidos a la hora de realizar cualquier tipo de intubación, cabe concretar en el tema principal del presente estudio científico, por lo que el siguiente paso será conocer que es la secuencia de intubación rápida, en qué casos debe aplicarse y porqué es importante tener conocimiento acerca de esta técnica (Almarales et al., 2016).
La vía aérea es primordial en un paciente crítico, por lo que su alteración se considera una de las principales causas de muerte si no se lleva a cabo el procedimiento adecuado. Es por ello, que la intubación es considerada la técnica más efectiva en el manejo de la vía aérea (Almarales et al., 2016).
La SIR consiste en un ordenado proceso de pasos capaces de asegurar la vía aérea de pacientes críticos, disminuyendo la probabilidad de complicaciones como broncoaspiraciones, hipoxia, intubación esofágica, etc. (Almarales et al., 2016).
Una de las cuestiones que más se plantean es la de cuándo intubar, en determinadas situaciones no es difícil identificar su indicación, pero en otras circunstancias sí (Almarales et al., 2016).
De manera generalizada, la intubación está indicada en aquellos casos de sospecha de dificultad en el mantenimiento protegido de la vía aérea, estas situaciones son (Almarales et al., 2016):
Conocidas las circunstancias susceptibles de necesidad de intubación, es necesario realizar una valoración preintubación. En esta valoración se tendrán en cuenta los posibles riesgos como son el de aspiración, la hemodinámica, función neurológica y respiratoria del paciente. Teniendo en cuenta estos aspectos, se llevará a cabo la valoración del tipo de intubación más recomendada y con menor número de complicaciones derivadas (Almarales et al., 2016).
En anestesia existen una serie de escalas capaces de analizar la existencia de una vía aérea de difícil intubación y éstas son: