El miedo y la ansiedad hacia el tratamiento odontológico o una simple visita al dentista siguen siendo emociones muy prevalentes entre las personas y no sólo interfieren en el desarrollo de la consulta, sino también en la propia salud bucodental, e incluso general, del paciente. Dado su origen multifactorial, es fundamental que los profesionales conozcan las causas y dediquen tiempo y esfuerzo en formación y aplicación de técnicas adecuadas para su manejo, ayudando así a quien lo sufre a superarlo y asegurar en mayor medida el éxito del procedimiento.
Palabras clave: Miedo, ansiedad, odontológico, paciente, profesionales, causas, manejo.
Fear and anxiety towards dental treatment or a simple visit to the dentist are still very prevalent emotions among people and not only interfere in the development of the consultation, but also in the patient’s own oral and even general health. Given its multifactorial origin, it is essential that professionals know the causes and dedicate time and effort in training and application of appropriate techniques for its management, thus helping those who suffer to overcome it and ensure the success of the procedure.
Keywords: Fear, anxiety, dental, patient, professionals, causes, management.
El miedo hacia el tratamiento odontológico y la ansiedad dental, a pesar de los avances científicos y técnicos en Odontología, siguen siendo emociones muy comunes entre los pacientes que acuden a una clínica dental, constituyendo un obstáculo importante para la calidad del servicio dental y un desafío diario; incluso muchas personas evitan un cuidado adecuado de su salud oral debido a estos miedos instaurados en el inconsciente colectivo y social desde tiempos inmemoriales. Esta evitación da lugar a severas y preocupantes consecuencias, resumidas en un deterioro de la salud oral y general, así como consecuencias psicosociales. Es por ello que su manejo es de gran importancia, no sólo para llevar a cabo los tratamientos de una forma más agradable para paciente y profesionales, sino con el objetivo de mejorar su calidad de vida.
Es cierto que la situación dental en sí no es neutra, al contrario, suele ser una situación experimentada como novedosa con la consiguiente incertidumbre de no saber lo que va a pasar y cómo vamos a reaccionar. Esta falta de sensación de control lleva obviamente a una serie de emociones que distan mucho de un estado tranquilo y sereno. Todo ello, unido a las experiencias relatadas por allegados y/o experiencias personales previas similares etiquetadas de negativas, provoca que sólo el asistir a la consulta dental sea una situación ansiógena de por sí.
La reacción del paciente ante una situación como ésta variará dependiendo de su estado emocional, así como su comportamiento, su receptividad a las instrucciones del profesional y su sensibilidad al dolor. Veremos en el presente trabajo que no todo depende del paciente, el papel del equipo dental es fundamental a la hora de transmitir tranquilidad y seguridad en una situación en la que las personas nos sentimos tan vulnerables.
Se considera que la causa de estas entidades es multifactorial, y de este modo así también será su manejo, existiendo en la actualidad multitud de herramientas que se pueden entrenar para llevar a cabo de manera cotidiana en las consultas. No existe ninguna definitiva, ya que como sucede en todos los ámbitos de la medicina, cada paciente es único y precisa ser tratado de forma individual y personalizada.
Actualmente, cada vez se brinda más importancia a la dimensión psicológica y emocional del cuidado dental. Los profesionales dentales no sólo deben ser competentes al realizar sus tratamientos y estar a la vanguardia de las terapias y aparatología, además se hace imprescindible saber identificar, evaluar y tratar la ansiedad de sus pacientes, desarrollando la empatía, la escucha activa y otra serie de herramientas relacionadas con la Inteligencia Emocional.
El objetivo de este trabajo de revisión es, en primer lugar, definir los estados de miedo y ansiedad dental, y exponer las consecuencias en el paciente si se perpetúan en el tiempo, así como las que se presentan en el entorno de la clínica dental, en relación a su manejo. A continuación, explorar los datos de prevalencia actual, las herramientas de las que disponemos actualmente para evaluar ambas entidades, y las causas y factores que influyen para que se lleguen a desarrollar.
Finalmente, exponer los tratamientos más útiles y usados para su manejo en la actualidad, así como sugerir alternativas que empiezan a estudiarse.
El miedo y la ansiedad son dos emociones cotidianas que se observan normalmente en los niños y niñas, adolescentes y adultos que precisan de una intervención odontológica, lo cual constituye un obstáculo nada desdeñable en la calidad de la atención recibida. Ambas, de forma leve, son experiencias que cabe esperar de acuerdo con el desarrollo normal y la exposición a una circunstancia novedosa, como puede ser en este caso, al acudir a una consulta dental, en la cual una persona se puede sentir vulnerable ya que la cavidad oral no deja de ser un espacio íntimo y muy sensible. Se convierten en preocupantes y requieren de un tratamiento adecuado cuando se vuelven respuestas desproporcionadas y la actividad cotidiana se ve limitada o perjudicada.
A simple vista, la psicología y la odontología pueden parecer dos áreas de conocimiento aparentemente excluyentes. Nada más allá de la realidad, tienen intereses en común, ya que el comportamiento de los individuos puede afectar el normal desarrollo de una consulta hasta tal punto de no acudir a ella o no ser capaces de colaborar en recibir el tratamiento dental que requieran. La ansiedad aparece cuando la persona se siente amenazada en una determinada situación externa, en respuesta a varios estresores que pueden ser psicológicos (creencias, recuerdos, información sesgada negativa) y ambientales (ruidos, ambiente, olores). Esta situación es habitual tanto en el ambiente médico general como en el dental, aunque este último tradicionalmente es de los más ansiógenos.
La ansiedad y el miedo son dos emociones básicas y fisiológicas en los seres humanos. Se presentan frente a situaciones o estímulos que entrañan un peligro hacia nuestra vida o nuestra integridad física, por tanto, nos ayudan a preservarlas y es fundamental que existan. Como se comentaba anteriormente, es cuando estas respuestas se manifiestan de forma desproporcionada o frente a estímulos que no existen o no entrañan peligro real, cuando se tornan un problema de salud, incluso se cronifican, y precisan ser abordadas con tratamientos específicos.
En general, la ansiedad es un estado de respuesta sistémica orientado al futuro, una construcción multidimensional, en respuesta a una amenaza anticipada, probable e inminente (que ni siquiera ha aparecido ni es seguro que aparezca, incluso a veces ni se identifica el estímulo concreto), que se considera amenazante para la integridad física o la vida, y que se expresa como una combinación de alteraciones bioquímicas y fisiológicas, e influenciada por la memoria, la historia personal del individuo y el contexto sociocultural en que se desarrolla (elementos cognitivos y emocionales); difiere del miedo, que está más orientado al presente, y se define como un estado emocional que responde a una amenaza que se da de forma inmediata (‘real’, que estamos percibiendo).
Son emociones que se experimentan con normalidad en la vida diaria, en situaciones atípicas, de gran presión, o que entrañan algún tipo de riesgo o peligro o cambio inminente.
Otros autores definen la ansiedad como una reacción biopsicológica frente a la vida. Constituye en principio una respuesta psicológica, anticipando problemas reales o imaginarios, la cual desencadena una serie de respuestas fisiológicas, preparando al cuerpo para la acción o huida (aumento del ritmo cardiaco, tensión muscular, sequedad de mucosas, incremento en la atención, sudoración...). Se caracteriza por sentimientos subjetivos de tensión, aprensión, nerviosismo y preocupación.
Aunque a veces miedo y ansiedad se confunden y llegan a usarse indistintamente, porque pueden y suelen presentarse a la vez, como ciencia, la psicología diferencia entre los dos conceptos:
El autor realiza esta aclaración porque, como explica, puede existir un malestar (miedo, tensión) en el paciente a pesar de que la situación no sea ‘realmente’ amenazante. Por ello, se debe tener presente que el paciente lo está pasando mal de verdad, aunque dicha situación no lo requiera o a nosotros no nos lo parezca (por ejemplo, una simple revisión dental de rutina). Como se verá más adelante, este detalle en cuanto a la comprensión por nuestra parte, como profesionales, del proceso que está sufriendo el paciente, es fundamental para poder implementar soluciones adecuadas a su caso. En el miedo interviene más la interpretación que cada uno hacemos de una situación que de la situación en sí misma.
Otros autores definen el miedo como una forma de ansiedad anticipatoria hacia un peligro que es desconocido (otros definen estos peligros como conocidos o percibidos), relacionado con un sentimiento de indefensión o impotencia en una situación que previamente se etiqueta en la mente como traumática, ya sea consciente o inconscientemente. Se trata de una emoción considerada inevitable e indispensable para la vida, que conlleva fenómenos fisiológicos de lucha o huida, y que puede llevar a una persona a una situación incapacitante o limitante, por evitar o escapar de experiencias que no son ‘realmente’ peligrosas, mermando de forma significativa su bienestar y el normal desarrollo de su vida. Es un sentimiento o respuesta biológica, por tanto, desagradable, sobre algo que se percibe como dañino, nocivo o amenazante.
Como vemos en las definiciones que se exponen en la literatura, la línea que separa el concepto de miedo y ansiedad en ocasiones es muy tenue. Unos autores dejan clara la diferencia entre ambas, en el aspecto temporal (ansiedad: orientado al futuro; miedo: orientado al presente), y otros, sin embargo, dan definiciones muy parecidas para ambas entidades. Como veremos más tarde con la ansiedad y el miedo dental en concreto, ahí ya se emplean en general incluso como sinónimos.
En cuanto a la ansiedad, nos podemos encontrar con distintos grados:
Cualquier persona que nunca haya tenido la experiencia de acudir a un dentista, cuando lo hace por primera vez, normalmente se encuentra ansiosa y con cierto grado de aprensión por el nuevo ambiente e instrumental y por la experiencia desconocida en general. Por ello en la primera visita es fundamental que el equipo odontológico se esfuerce en que esa persona se lleve una impresión positiva y su actitud hacia la odontología sea lo mejor posible, de manera que sus siguientes citas sean agradables y no una causa de malestar y preocupación.
Como se adelantó previamente, los términos “ansiedad dental” y “miedo dental”, (incluso “fobia dental”), se usan a menudo indistintamente en la literatura odontológica, ya que se refieren a condiciones que incluyen pensamientos y creencias negativas del paciente hacia el entorno odontológico, así como emociones fuertes y desagradables asociadas a la experiencia dental. Se trata de estados emocionales que se caracterizan por un marcado temor y una respuesta de ansiedad cuando el individuo es expuesto al cuidado dental, lo cual le lleva a sufrir un intenso estrés y/o evitación de la situación. Ambas entidades evocan respuestas físicas, cognitivas, emocionales y conductuales en el individuo. Estos estados psicológicos se basan en la creencia o pensamiento de que algo espantoso está a punto de ocurrir en relación al tratamiento que se va a recibir, ya sea dolor, daño tisular, asfixia... (esto difiere según el paciente).
Algunos autores definen la ansiedad dental como un sentimiento de aprensión frente al tratamiento dental no necesariamente relacionado con un estímulo específico, mientras que el miedo dental es una reacción emocional normal hacia uno o varios estímulos amenazantes específicos del entorno dental. Uno de los hallazgos más consistentes es que los pacientes no ansiosos hacen predicciones precisas y realistas del grado de malestar que van a sentir durante la cita, mientras que los pacientes ansiosos se imaginan o esperan más dolor o incomodidad del que luego experimentan en realidad.
Hay autores que diferencian el término ansiedad dental con el de estado de ansiedad, que se refiere a la ansiedad en el momento presente, una respuesta específica a cada etapa del tratamiento (en comparación con otras definiciones dadas, ésta se correspondería con la de miedo dental). La evidencia acumulada ha revelado que la ansiedad dental está asociada con dicho estado de ansiedad y el dolor de los procedimientos dentales.
La ansiedad dental se define como una expectativa angustiosa, sensación de aprensión o respuesta específica al estrés frente a una visita al dentista, no necesariamente conectada con un estímulo externo específico, hasta el punto de que una persona puede llegar a evitar o cancelar dicha visita, o negarse rotundamente a recibir el tratamiento, aun siendo consciente de que lo necesita y es bueno para su salud. La ansiedad se asocia a las creencias de que visitar el dentista es indisociable a sufrir, al dolor o a experiencias desagradables. Se relaciona con una percepción incrementada del dolor (afecta al umbral del dolor del individuo) y por tanto estos pacientes pueden experimentar más dolor y de más duración de lo que cabría esperar. Además, también tienden a exagerar el recuerdo del dolor pasado. También la definen como un miedo (una vez más vemos como ambos conceptos se entrelazan) persistente e incontrolable a acudir al dentista, a los tratamientos dentales y al entorno odontológico en general. Este miedo se basa en la creencia de que va a ocurrir algo terrible en relación a la atención bucodental, o que va a sufrir un dolor o incomodidad que no va a ser capaz de soportar. No siempre tiene por qué ser temor a un daño físico relacionado con el dolor, también puede existir preocupación por sufrir asfixia, no poder tragar, e incluso por los posibles juicios o reprimendas por parte de los profesionales.
Es un factor limitante, ya que puede llegar a mermar la calidad del servicio recibido debido a la dificultad por parte de los profesionales para manejar a este tipo de pacientes y el carácter irregular de las visitas de seguimiento o mantenimiento que hace que el pronóstico de los tratamientos empeore. A veces esta ansiedad es evidente, y otras veces los pacientes pueden esconderla, sufriendo internamente mientras reciben el tratamiento, los días antes a acudir a la cita, o simplemente evitando la situación por no afrontar su miedo.
El miedo dental normalmente indica una reacción emocional desagradable hacia un estímulo específico que genera temor y que ocurre en situaciones asociadas al tratamiento dental. Se puede manifestar a nivel físico de diferentes maneras antes y durante la realización del tratamiento dental, en términos de incomodidad o sensaciones desagradables diferentes al dolor, como sentir náuseas o arcadas, malestar general, mareos o tensión muscular.
La fobia es un miedo intenso, poco realista y persistente hacia un estímulo específico, llevando a una completa evitación del peligro percibido o a una angustia significativa si finalmente se somete a la exploración o procedimiento temido. Representa un tipo severo de ansiedad dental caracterizado por una marcada y constante preocupación en relación a situaciones u objetos claramente diferenciados (por ejemplo, situación: aplicación del anestésico; objetos: aguja), o situaciones dentales en general. El término odontofobia se acuñó al miedo irracional y arrollador al entorno dental asociado con sensaciones intensas de tensión, terror, agitación, inquietud y ansiedad. Las personas que la sufren pueden manifestar comportamientos disruptivos cuando reciben algún tipo de tratamiento o consulta, oscilando entre un nerviosismo muy patente y que dificulta la atención y, en casos avanzados, con rabietas o berrinches (más típico en menores). En casos extremos, pueden negarse rotundamente a recibir el tratamiento, abandonando la consulta, incluso cuando están experimentando fuertes dolores que se podrían aliviar con el procedimiento pautado del que rehúyen. Se ha incluido dentro de los diagnósticos de fobias específicas de acuerdo al Manual Diagnóstico-Estadístico de Desórdenes Mentales (DSM IV y V), con más precisión dentro del apartado de fobias relacionadas con agujas/inyecciones/sangre y daños tisulares; y también figura en la Clasificación Internacional de Enfermedades y Problemas de Salud relacionados (ICD-10).
Se ha demostrado que el miedo y la ansiedad hacia el dentista y la odontología en general son aspectos importantes que contribuyen a evitar el cuidado dental. La evitación a la hora de asistir a la consulta del dentista se considera la principal consecuencia de la ansiedad dental, considerándose una barrera importante para recibir atención bucodental con regularidad. Mostrar una conducta de no adherencia al tratamiento se encuentra muy asociado a este tipo de ansiedad, lo que constituye uno de los elementos que más se asocian a este fenómeno psicológico, el cual, a su vez, se considera incluso como fuerte predictor de alta ansiedad.
Por tanto, el miedo dental constituye una de las principales variables responsables de la evitación a la atención odontológica. Dejar de ir al dentista, puede provocar la evolución a un estado de gravedad de un problema bucal simple, que con el paso del tiempo puede requerir un tratamiento más especializado, eventuales procedimientos invasivos, y muchas veces lleva a destrucción y pérdida de los dientes, además de un mayor coste económico para su ejecución.
Este tipo de emociones pueden afectar a la calidad de vida, impactando en el bienestar psicológico, fisiológico, social y emocional de la persona que las sufre.
La ansiedad dental genera cuadros de estrés durante la consulta odontológica, alterando el comportamiento del paciente, y en otras ocasiones llevando a la cancelación de citas programadas, un mayor tiempo de espera entre citas y un considerable aumento en la complejidad de los procedimientos odontológicos.
El impacto de la ansiedad y el miedo sobre la atención dental de los pacientes es uno de los principales problemas a los que se enfrenta el odontólogo ya que el comportamiento poco colaborador de estas personas representa un desafío en la práctica diaria. Tiene un impacto significativo tanto en el paciente como en quien brinda la atención sanitaria, llegando a entorpecer el correcto desempeño del profesional, cuando éste no está entrenado en el adecuado manejo de estos pacientes.
A continuación se desgranarán las consecuencias más comunes, tanto directas como indirectas, en torno a esta problemática:
La ansiedad dental puede afectar a la vida de quien la sufre de múltiples maneras.
En casos severos, algunos pacientes refieren no haber acudido en su vida a un dentista.
A pesar de los grandes avances en la práctica y el conocimiento científico en odontología, en cuanto a materiales, prevención y tratamiento de patologías orales, incluyendo la cada vez mayor conciencia de la relevancia del manejo conductual y el papel del estrés y de la ansiedad en los tratamientos dentales, la ‘odontofobia’ y, en general, el miedo al dentista, no ha descendido significativamente durante las últimas décadas. La ansiedad dental es una emoción y una gran complicación que es prevalente en todo el mundo y no se puede limitar a un país o población en particular, de hecho se presenta de manera similar tanto en países subdesarrollados como desarrollados, siendo una de las situaciones más temidas por el ser humano, y puede ser vista tanto en adultos como en niños.
Resulta difícil dar un dato exacto de prevalencia de la ansiedad dental, por un lado por los insuficientes estudios al respecto y la gran variabilidad de metodologías y resultados entre ellos. Más en concreto, los datos en pacientes jóvenes son particularmente escasos, así como los que estudian los cambios a lo largo del tiempo en el nivel de ansiedad. La gran variación en los datos no sólo se debe a los diferentes niveles de ansiedad posibles, también a factores como la edad, el sexo, la cultura y otras variables sociodemográficas.
Pese a la gran variabilidad de cifras, repasando la bibliografía reciente se pueden llegar a una serie de conclusiones:
El miedo hacia el entorno y el tratamiento dental tiene un origen multifactorial y muchos de los elementos causales implicados han sido identificados y son muchos los estudios que han abordado esta temática. Normalmente dicho temor responde a un conjunto de causas y no a una sola de forma aislada.
En ocasiones, las personas no son conscientes de esos factores relacionados con su miedo, por lo que se dice que hay veces en que las razones del miedo no se identifican o son desconocidas, lo que lleva a que aumente ostensiblemente la angustia de la persona que lo está manifestando, por la sensación de impotencia y de baja capacidad de lidiar con sus emociones.
En primer lugar, el miedo o ansiedad dental provienen de una creencia o pensamiento subjetivo de la existencia de un peligro o amenaza para la vida, seguridad o integridad física del individuo. Estos pensamientos existen en la mente de la persona de forma inconsciente desde la niñez, ya sea por herencia de las creencias o experiencias vividas en la familia o por creencias enquistadas en la sociedad en la que vive.
Como ya se ha señalado, el miedo genera un estrés en el individuo creado en respuesta al ambiente o tratamiento dental donde el estímulo precipitante podría ir de una causa específica y que la persona identifica concretamente (por ejemplo, la aguja) hasta algo difuso, inespecífico e inexplicable por parte de la persona, causa que aún permanece en su inconsciente esperando a ser revelada.
El miedo a estas situaciones está tan extendido en la sociedad que en cierto modo se considera, sobre todo en jóvenes, como una parte normal del desarrollo. Sin embargo, cuando este temor da lugar a un sufrimiento intenso en el contexto de un tratamiento, o incluso a algo tan inocuo como una revisión de rutina, ese temor “normal” se torna en una ansiedad dental significativa y, en casos extremos, en una fobia dental, lo cual, como se describió previamente, puede generar un impacto muy negativo en el bienestar y la vida de la persona.
La investigación existente sugiere un complejo conjunto de factores que conducen al origen y desarrollo de la ansiedad dental y, también, factores que contribuyen al mantenimiento de esta emoción. Se acepta que este miedo suele gestarse ya en edades tempranas, incluso antes de haber tenido una experiencia directa en una consulta dental. Las razones pueden relacionarse con la personalidad (ser una persona miedosa en general, por ejemplo), con las experiencias previas en el entorno médico o dental, el miedo dental de los familiares y del entorno del niño o niña, incluso se consideran factores a tener en cuenta, aunque con más controversia al respecto, la edad actual y el género.
El conocer a fondo las causas posibles y los factores relacionados, no sólo nos ayudará a comprender y tratar al paciente que se presenta en la consulta con un miedo ya instaurado, si no también a prevenirlo, en la medida de lo posible. Asimismo, la detección temprana de la causa del miedo es la clave para solventar este problema tan frecuente en las consultas. Como la causa incluye varias dimensiones que, al unirse y relacionarse entre ellas, dan lugar a estas manifestaciones de miedo y ansiedad, aunque en algunas los profesionales de la salud oral no tenemos los medios para incidir y evitarlas (no está en nuestras manos, por ejemplo, evitar que personas del entorno del paciente le cuenten sus experiencias negativas, es algo imposible de controlar), hay otras, sin embargo, en que sí tenemos la responsabilidad de actuar
Lo que sea en evitar descuidos de la práctica diaria traducidos en comentarios que no vienen a cuento, poco tacto a la hora de tratar a un paciente ansioso que a simple vista no hemos detectado, o juicios y regañinas que pueden generar vergüenza y otros sentimientos desagradables en los pacientes. Los profesionales dentales estamos tan acostumbrados a la práctica bucodental que olvidamos que abrir la boca y exponer una parte tan íntima y sensible ante un casi o completo desconocido puede resultar violento e incómodo, por lo que nunca deberíamos olvidarnos de ponernos en el lugar de la persona que estamos atendiendo; aunque el acto de sentarse en el sillón sea para nosotros algo tan cotidiano, para la gran mayoría de los pacientes es algo excepcional y como mínimo, genera algo de inquietud.
Dedicar tiempo a establecer una relación de confianza con los pacientes, de forma individualizada, evaluando los factores involucrados en su ansiedad dental en concreto, antes de proceder al tratamiento dental, es algo que tanto a corto como a largo plazo agradeceremos nosotros como profesionales y ellos como beneficiarios de nuestro servicio.
Las vías de adquisición del miedo dental pueden ser de carácter endógeno o exógeno, es decir, las influencias que pueden llevar a su desarrollo pueden ser internas, externas o una mezcla de ambas. De igual manera, Weiner y Sheehan sugirieron que la ansiedad se puede clasificar en dos grupos (exógenos y endógenos), dependiendo de su origen. En el grupo de los factores exógenos, la ansiedad, en general, se origina por una experiencia dental traumática o desde un aprendizaje indirecto, mientras que si es de origen endógeno, se asume que el paciente es vulnerable de forma inherente a ciertos desórdenes, como puede ser la ansiedad generalizada, los miedos múltiples y la labilidad emocional. Esta clasificación viene a decir que todos los individuos con tendencia a manifestar ansiedad en general se muestran miedosos como resultado de condiciones intrínsecas.
Fisiología humana y ansiedad innata
La ansiedad y el miedo se consideran “un matrimonio indisoluble” y dos emociones primitivas que nos acompañan y nos han sido muy útiles desde el origen de la especie (tanto a nosotros como a los demás animales). De acuerdo a la teoría de la lucha o la huida, nuestra primera reacción al peligro involucra una activación simpática que se puede considerar como una etapa temprana de un síndrome general de adaptación en muchos animales, incluyendo al Homo Sapiens.
Esta respuesta al estrés, descrita hace ya muchos años por Bernard y Cannon, involucra varios órganos y sistemas, incluyendo los sistemas nerviosos central y periférico, el sistema cardiovascular, el sistema endocrino y sistema inmune, así como el aparato locomotor o musculoesquelético, y produce cambios específicos fisiológicos y psicosomáticos a través de la liberación de varios mediadores químicos y neurotransmisores (las hormonas del estrés: adrenalina, noradrenalina y cortisol), que ayudan al organismo a prepararse para la acción.
Todo ello desencadena la bien conocida centralización de la circulación (vasoconstricción y un incremento de la presión sanguínea, aumento del ritmo cardiaco y respiratorio) para asegurar el aporte suficiente de sangre al corazón, cerebro, pulmones, músculos esqueléticos y así facilitar las acciones necesarias para luchar o huir. Esto refleja la situación experimentada por los pacientes en el sillón dental cuando se sienten atemorizados por el profesional o el entorno odontológico, parecido en su inconsciente a un enemigo o depredador, e incluso un “sacamuelas terrorífico” de los tiempos antiguos.
Un apunte interesante al respecto es el siguiente: los comportamientos sociales y defensivos en mamíferos, en primates especialmente, son controlados por estructuras cerebrales particulares y circuitos que han involucrado durante mucho tiempo tres etapas diferenciadas: la inmovilización, la movilización y el compromiso o combate social. Con la evolución, la respuesta del estrés se ha desarrollado en una amplia gama de comportamientos: luchar puede ser ahora una forma de expresar rabia y violencia, mientras que huir puede tomar la forma de un síncope vasovagal, la emergencia médica más común en la consulta dental.
Esto se ha convertido en lo más común actualmente porque las respuestas de estrés son normalmente rápidas en lugares como la clínica dental, donde luchar o expresar ira se considera inapropiado para los adultos bien educados, no está bien visto expresar esas emociones. Vale la pena reseñar que los niños son menos propensos a experimentar síncope vasovagal porque tienden más a expresar la lucha contra el dentista si es necesario, e incluso contra los padres, cerrando el bucle de la reacción fisiológica ancestral.
En comparación con el resto de especies, el ser humano es capaz de sentir miedo o ansiedad, desencadenar todo el proceso fisiológico ya comentado, solo con imaginarse el estímulo aterrador, algo que ni siquiera existe. El gran cambio en la conciencia humana y en las emociones y ansiedades de los humanos, probablemente empezó unos 100.000 años atrás, con un evento que algunos arqueólogos han llamado “Sapient Paradox”. El tema ha sido investigado por arqueólogos cognitivos, que combinan arqueología con neurociencias para estudiar la evolución de la conciencia en el género Homo y particularmente en el Homo Sapiens.
Las formas humanas de ansiedad, incluyendo la ansiedad dental, pueden verse como una odisea que empezó en la prehistoria, cuando nuestros ancestros se enfrentaban muchas veces al día con el peligro, el dolor, el estrés y las respuestas relacionadas con la huida o lucha, además de con enfermedades, dolor de dientes y otro tipo emergencias dentales. Los animales claramente conocen el miedo, pero los seres humanos son a menudo reticentes a admitir que provienen del reino animal (y que tienen miedo, lo que ya en si constituye una barrera o resistencia, no aceptarlo).
Por otra parte, la ansiedad humana también implica un gran uso de memoria e imaginación con respecto a otros animales, siendo capaces de movernos hacia delante o hacia atrás en el tiempo, experimentar situaciones en nuestra mente y somatizarlas en el cuerpo, situaciones que realmente no están ocurriendo en el momento presente. La ansiedad innata proyectada en el caso de la ansiedad dental tiene que ver con la supervivencia:
Es una emoción heredada de nuestros antepasados como respuesta adaptativa y necesaria ante situaciones realmente peligrosas que tenían que afrontar. Ante estas situaciones, el ser humano desarrollaba una activación fisiológica que permitía preparar el organismo para la huida o la lucha: acelerando el ritmo cardiaco y bombeando sangre a las extremidades inferiores para así poder correr más rápido.
Pero hoy en día, en el caso de la ansiedad en el entorno dental, este mecanismo de huida no es la solución, aunque sea la respuesta inconsciente y primitiva que el cerebro nos dicta. En cambio, sabemos que es una situación que debemos afrontar por el bien de nuestra salud, por tanto en este caso el ser humano se encuentra en una situación paradójica, su cerebro ancestral le incita a una cosa, pero su mente racional le aconseja a hacer la contraria.
Por ello en muchas ocasiones la persona entra en un bucle en el que no puede evitar su reacción de miedo, y se siente mal y culpable a la vez porque sabe que no debería sentirse así, lo cual puede empeorar la situación, con sentimiento de vergüenza y baja autoestima que no ayudan a superar esa ansiedad.
Herencia genética
El papel de la herencia genética no parece muy clara, aunque hay estudios que indican que los factores de vulnerabilidad genética pueden interactuar con otros elementos etiológicos que causen fobia.
Edad
La influencia de la edad podría ser explicada por la inmadurez del desarrollo psicológico en la etapa infantil. Según la teoría cognitiva del desarrollo de Piaget, los niños más pequeños, generalmente entre las edades de 2 a 6 años, no tienen la capacidad de hacer frente a los procedimientos dentales, por lo tanto podrían ser más propensos a la adquisición de miedos y problemas de manejo de conducta durante la visita al dentista. Aún así, la influencia de la edad sigue siendo un tema de debate.
Sexo
El sexo tiene un efecto significativo sobre la severidad del miedo, algunos estudios muestran diferencias significativas, mientras que otros no, hay controversia.
Personalidad
El “temperamento” en algunos estudios se considera un rasgo congénito estable y que afecta sustancialmente a la actitud hacia las situaciones novedosas o poco frecuentes. Personas que se consideran “nerviosas”, “miedosas” en general, rasgos que se consideran de personalidad que no dejan de ser otro tipo de creencias o etiquetas y que condicionan al individuo.
Percepción de la imagen personal
Desórdenes psicológicos que cursan con baja autoestima, timidez generalizada, poca confianza en uno mismo, baja percepción de autoeficacia para afrontar problemas y nuevas situaciones, inseguridad acentuada. La propia percepción de uno mismo en relación al estímulo dental parece jugar también un importante papel, funcionando como moderador de la probabilidad de que alguien vaya a experimentar los eventos tempranos de aprendizaje que conduzcan a un desarrollo inicial de ansiedad dental. Se ha sugerido que el miedo a situaciones desagradables depende de factores de personalidad como la apreciación personal o interpretación o consideraciones sobre la falta de control, lo impredecible, de lo que es desagradable o de lo que es peligroso.
Vulnerabilidad
Miedos generalizados
La susceptibilidad y miedo en exceso a lo desconocido, la presencia de otro tipo de fobias simples, agorafobia...son más frecuentes en pacientes con alta ansiedad dental (lo cual no indica que sea la causa, aunque sí que pueden predisponer). Se ha sugerido que los pacientes que tienen ansiedad dental sienten más temor hacia el dolor, particularmente dolor leve o menor, que los que tienen ansiedad dental baja, y se ven a ellos mismos teniendo menor umbral de tolerancia al dolor. Estas creencias pueden hacer que el individuo atienda de forma excesiva a las sensaciones físicas durante el tratamiento dental. El dolor es un fenómeno complejo y es más que una respuesta puramente basada en la fisiología. Estas personas que ven el miedo como algo particularmente negativo y que tienen una baja eficacia para manejarlo pueden ser más propensas a experimentar dolor dental como resultado de sus creencias, o por sugestión.
Los factores exógenos incluyen aquellos que dan lugar a un miedo condicionado (producido por experiencias previas desagradables o información sesgada negativa que condiciona al individuo, entre otras).
El papel del aprendizaje en la etiología del miedo ya fue descrito por Rachman, que propuso un modelo de tres vías de adquisición del mismo:
Esta teoría ayuda a explicar por qué no todos los miedos son consecuencia de la exposición personal a experiencias traumáticas. Es por ello que los profesionales de la odontología deben considerar este carácter multifactorial de la adquisición del miedo y la ansiedad para obtener una mejorar comprensión de lo que le está ocurriendo al paciente.
Las experiencias negativas pasadas parecen ser la principal razón para el desarrollo de la ansiedad dental, ya sean situaciones en las que el paciente se ha encontrado en el pasado en primera persona, o las que ha observado en otros o que le han contado, todas ellas terroríficas desde el punto de vista del paciente, y que pueden resultar posteriormente en una reacción y un patrón de comportamiento cuando un estímulo determinado se desencadena.
Condicionamiento directo o clásico
La teoría clásica condicionante explica el miedo adquirido como el resultado de experiencias previas negativas o traumáticas. En consecuencia, las experiencias negativas durante el tratamiento dental son posibles factores que promuevan la ansiedad.
Hay evidencia creciente que sugiere que esta vía de aprendizaje juega el papel principal en el desarrollo de la ansiedad dental. Se ha sugerido que el miedo a situaciones desagradables depende de las experiencias previas de la persona. Ya en un estudio de 1983 se encontró que el 93% de los adultos con ansiedad dental actual o historia de ansiedad dental previa, referían al menos una experiencia dental dolorosa en el pasado. También había evidencia que sugería que los individuos con alta ansiedad dental eran más propensos a haber sufrido una experiencia dental previa muy dolorosa. Los factores relacionados con la historia dental, como la experiencia de caries, visitas dentales previas, patrones de visita, tipo de tratamientos previos realizados, juegan un papel significativo en la severidad del miedo dental. No es lo mismo haber realizado sólo revisiones, que tratamientos invasivos tipo extracciones dentales complejas; obviamente también depende de cómo se realizasen dichos tratamientos y de la actitud del equipo dental hacia el paciente.
Aunque es cierto que las personas que desarrollan ansiedad dental son más propensos a haber tenido una historia de trauma dental y experiencias con dolor que los que no tienen ansiedad dental, un número considerable de estos últimos también tuvieron experiencias similares de dolor o eventos traumáticos en la consulta dental y no llegaron a desarrollar esa ansiedad o miedo, por lo que se intuye que se deben dar a la vez otro tipo de factores causales. La gente que no tienen miedo dental puede haber tenido experiencias dentales negativas, y viceversa; algunas personas con ansiedad dental y fobia pueden no ser capaces de recordar ningún incidente concreto traumático (no es necesario que se dé para que se desarrollen dichas emociones); en estos últimos casos formarían parte de la etiología del miedo los factores de condicionamiento indirecto.
Se encontró una correlación positiva entre la ansiedad incrementada y el número de visitas previas a otra clínica dental en las que se ha proporcionado algún tipo de tratamiento dental que no pudiera ser completado debido al miedo o a la inexperiencia del dentista en manejar a los pacientes, especialmente el caso de población infantil. Esta observación no resulta sorprendente ya que cualquier paciente con experiencias negativas pasadas sufre mayor ansiedad como resultado de la idea de tener que cambiar de clínica dental y verse otra vez en la tesitura de tener que encarar nuevamente la misma situación desagradable. Las experiencias dentales negativas son predictivas del miedo dental, en mayor medida que el haber sufrido una patología dental objetiva.
Algunos autores llegaron también a la conclusión de que las experiencias dentales objetivas parecen jugar un papel menor en la adquisición del miedo dental en niños, y se sugiere que las experiencias dentales subjetivas pueden ser más decisivas en el desarrollo de la ansiedad. Aclarando estos términos, se pueden entender las experiencias objetivas como procedimientos o experiencias realmente traumáticas o que se desarrollaron con dolor, por actuaciones en urgencias o procesos agudos, por ejemplo; las experiencias subjetivas serían eventos no traumáticos como las sensaciones normales de tacto, la sensación subjetiva de ahogo con el agua del equipo, o el simple hecho de acudir a la clínica, todo ello por condicionamientos indirectos previos o creencias de base. Sería por ejemplo la típica escena en que un paciente infantil que nunca ha acudido a una consulta dental, entra ya manifestando miedo con llanto y sensaciones desagradables, y se queda con ese recuerdo aunque objetivamente no hubiera ocurrido nada negativo.
En cuanto al momento en que suelen darse estas experiencias decisivas, múltiples investigaciones han concluido que los eventos que condicionan la presencia de ansiedad dental han ocurrido típicamente en la infancia o adolescencia temprana, lo cual sugiere que este periodo es crítico para el desarrollo de la misma. La regularidad de las visitas dentales también se ha postulado como un determinante en el desarrollo del miedo dental, ya que se encontró más alta en visitantes irregulares comparado con los sujetos que acudían regularmente a las revisiones, lo cual también se podría interpretar como una consecuencia del miedo.
Las experiencias previas negativas no siempre tienen por qué ser en el ámbito dental. Los pacientes con enfermedades sistémicas severas pueden tener un nivel más alto de ansiedad dental, relacionada con experiencias previas con sus enfermedades e intervenciones (40). Así, muchos pacientes con fobia dental refieren malas experiencias en entornos médicos además de odontológicos (6). El miedo dental puede estar, por tanto, relacionado con el miedo hacia el cuidado médico en general. La exposición hospitalaria alta puede dar lugar al desarrollo de miedos médicos, y en consecuencia, miedo dental. Los niños con enfermedades crónicas que han sido sometidos a procedimientos invasivos pueden manifestar un miedo dental más pronunciado.
Lo que define una experiencia previa negativa, no sólo tiene que ver con el dolor o la incomodidad física (sensación de ahogo, mareos, desmayos... éstos producto de la expresión somática de la ansiedad).
Los pacientes también consideran relevante en este sentido el comportamiento inapropiado de los profesionales que brindan el cuidado dental, llegando a considerarse como un potente nocebo, capaz de generar sufrimiento psicológico para toda la vida. Los pacientes pueden sentir vergüenza por sentir que el profesional emite juicios hacia su persona, desconfianza por experiencias previas negativas (trato poco cuidadoso, promesas no cumplidas, información deficiente), sensación de impotencia o indefensión, despersonalización en el trato, o puede haber malentendidos que se traducen en problemas personales con el dentista, lo cual puede generar ansiedad en visitas futuras.
A veces, solamente con recibir un trato descortés por parte del equipo odontológico es suficiente para condicionar una experiencia desagradable, quizás no tanto como para adquirir una fobia dental, pero sí contribuye a mantenerla. De acuerdo a lo anterior, se afirma que es un factor predictivo más relevante de ansiedad dental futura la naturaleza de la experiencia previa vivida que la edad a la que se experimentó.
También, los pacientes que han sufrido mucho dolor por grandes infecciones recuerdan estas experiencias y piensan que, si les ha dolido tanto, el tratamiento les producirá más dolor que no podrán soportar.
Un dato interesante y a tener en cuenta es que, en general, se ha encontrado que lo que parece diferenciar a los que desarrollan ansiedad dental significativa, de los que no, es que los que no la desarrollan tienen más experiencias no dolorosas o no traumáticas que a la inversa, anteriores a las experiencias dentales negativas. Es decir, sus primeras experiencias fueron positivas.
En cambio, los que sufren ansiedad dental significativa, parece ser que tuvieron menos oportunidades de aprendizaje sin miedo antes de la experiencia dental negativa. En efecto, esto significa que las experiencias de aprendizaje tempranas juegan un papel particularmente importante en determinar la ansiedad dental.
Si un individuo tiene varias experiencias positivas con el tratamiento dental antes de experimentar un tratamiento traumático o doloroso, las posibilidades de desarrollar ansiedad dental significativa disminuyen comparado con alguien que es inexperto o relativamente inexperto en el ámbito dental cuando lo primero que experimenta es la experiencia negativa. Dado que muchos individuos visitan por primera vez al dentista durante la infancia o la adolescencia, estas experiencias de aprendizaje es más probable que ocurran durante esa etapa de juventud, lo que explica por qué gran parte de la ansiedad dental significativa se asocie con un comienzo en la niñez o adolescencia. Esto además significa que la atención temprana o precoz y regular debería servir para inhibir el desarrollo de la ansiedad dental, a menos que haya un daño dental muy temprano o enfermedad severa, o creencias previas ya instauradas de forma indirecta.
Un aspecto a tener en cuenta, ya con el objetivo puesto en la prevención, es que con experiencia continua, la respuesta del paciente mejora (esto va más orientado al paciente infantil), indicando desensibilización al estrés dental. Tanto es así, que la experiencia dental incipiente parece que desensibiliza al paciente pediátrico al entorno dental, permitiéndole distinguir con exactitud entre los procedimientos estresantes y no estresantes. Se ha mostrado así que el comportamiento de los niños y niñas mejora en las visitas dentales posteriores, y esto sugiere que la experiencia ganada por el niño durante las visitas previas le sirve de ayuda para reconocer los aspectos no amenazadores de las visitas y manejar los procedimientos dentales más estresantes.
Se ha llegado a la conclusión, por tanto, de que cuantas más citas dentales no invasivas tengan los niños antes del tratamiento dental, menos ansiedad tendrán. Cuantas más citas de tratamiento invasivo tuvieron en el pasado, peor comportamiento exhibieron en posteriores visitas. Los niños que son sometidos a extracciones dentales desarrollan mayor miedo dental que los que se han realizado sólo tratamientos conservadores (obturaciones, tartrectomías) o ningún tratamiento previo.
En definitiva, una mala experiencia durante el tratamiento dental pasada puede ser suficiente para que el paciente evite asistir al dentista nuevamente, debido a la ansiedad que le genera, aunque viendo que hay personas que pese a esas experiencias no presentan miedo al tratamiento odontológico, deben darse otros factores concomitantemente para que esa experiencia negativa desencadene dicho miedo.
Un número menor de personas, pero también significativo, refieren experiencias de condicionamiento indirecto. La familia y los factores culturales pueden servir para ayudar a determinar el patrón de aprendizaje.
Modelamiento o aprendizaje observacional
Por imitación del comportamiento de otra persona que muestra ansiedad.
En muchas ocasiones, al observar al paciente durante un procedimiento dental, las señales externas reflejan dolor y malestar (fruncir el ceño, hacer muecas, tensión muscular), incluso puede llegar a gritar, gemir, temblar o moverse, inmediatamente el profesional le pregunta ‘¿Estás bien?, ¿cómo va todo?, ¿te molesta algo?’, y para su sorpresa el paciente contesta que muy bien, que no le está molestando nada. Esta situación es muy frecuente. Los mismos pacientes aseguran que es más el miedo que tienen que lo que realmente es. Por eso es preferible que los pacientes entren solos en la consulta, ya que el acompañante puede ver en el paciente más muestras de dolor de lo que realmente está experimentando (esto sólo lo sabe la propia persona que recibe el tratamiento), y de esta manera puede producirse un mal recuerdo, llegar a la conclusión que la atención dental es dolorosa y desagradable, y finalmente adquirir miedo a la situación dental, incluso sin haberla vivido en primera persona. Esto es más relevante, si cabe, cuando el acompañante es un menor.
Se ha mostrado, además, que los niños que identifican ansiedad dental en sus padres o cuidadores son más propensos a desarrollar una actitud similar y enfrentarse a experiencias estresantes durante sus visitas dentales en la juventud.
Transmisión de información
El miedo dental podría describirse como un estado de ansiedad debido a los desafíos obvios envueltos en los procedimientos dentales y el conocimiento compartido o rumores y mitos de historias dentales traumáticas. Este apartado se refiere, por tanto, a recibir una explicación amenazante, violenta o desagradable sobre el tratamiento dental, ya sea mediante información verbal por parte de allegados (sobre todo en este sentido influyen los progenitores o cuidadores directos), como visual en medios de comunicación, o las creencias que forman parte de la cultura y se van adquiriendo subliminalmente desde la infancia.
Imágenes distorsionadas y/o aterradoras de la profesión dental mostrada en películas, fotos, cuadros, imágenes en la televisión, comentarios negativos en medios de comunicación, publicidad...Todo ello puede llegar a sugestionar a las personas que desarrollen esa ansiedad.
Creencias y factores culturales
Por su manera de funcionar y la labor que desarrolla, la odontoestomatología ha sido desde la antigüedad más remota etiquetada como “atormentadora, sádica, torturadora, provocadora de sufrimiento y muy dolorosa”. Estos conceptos han estado basados en antecedentes históricos que así lo propiciaron, llegando a formar parte de las creencias y conductas de las personas. La ansiedad dental es el resultado histórico de las creencias y actitudes que éstas desencadenan, que llevan a rechazar, evitar o temer a la odontología como especialidad médica.
La práctica de esta especialidad ha cambiado drásticamente en comparación con esos antecedentes históricos, y realmente tampoco hace tanto de esos eventos, por lo que en cierto modo parece “normal” que sigan remanentes esos recuerdos y creencias en el inconsciente colectivo. Afortunadamente, al menos en nuestro entorno, nada queda ya de esas prácticas cruentas y dolorosas.
Es por ello que pese al desarrollo científico-tecnológico que se ha venido alcanzado en todo lo referente a la especialidad odontológica, el mito del “sacamuelas aterrador” ha permanecido enraizado en la mente de muchas personas, transmitiéndose de generación en generación, hasta la actualidad. Esto ha dado lugar a la perpetuación de los fenómenos psicológicos como la ansiedad dental y el miedo al tratamiento estomatológico.
Lo que el individuo lleva consigo de acuerdo a sus creencias y pensamientos sobre el cuidado dental y el dentista puede afectar significativamente a su actitud frente a la situación odontológica, independientemente de que un encuentro particular previo haya servido o no de evento de condicionamiento, es decir, que haya tenido o no experiencias dentales negativas con anterioridad que justifiquen esa actitud.
El origen del miedo dental y la ansiedad incluye factores psicológicos y sociales como parte de una identidad cultural de las personas, al igual que las tradiciones, los mitos y las creencias.
Se ha sugerido que dichas creencias culturales tan ampliamente arraigadas y conocidas sobre la salud oral y el tratamiento dental pueden influir de manera similar a como lo hacen los factores familiares y afectar a la experiencia dental temprana y a la consiguiente ansiedad dental ya desde la infancia. Aunque la literatura de investigación existente no ha evaluado aún de qué manera influye la cultura en el desarrollo de la fobia dental en los jóvenes, los estudios que hay disponibles sí han mostrado que existe una relación entre la cultura (etnia, conjunto social) y la ansiedad dental. No queda claro a qué se deben las diferencias encontradas en algunos estudios entre distintas culturas dentro del mismo país, pero se insinúa que están relacionadas con creencias culturales y la relación entre la raza, etnia y factores económicos, que pueden afectar al aprendizaje temprano sobre la odontología y los conocimientos sobre salud bucodental.
Los factores culturales también pueden jugar un papel importante en determinar las percepciones y creencias que tiene la persona acerca del dolor, influenciando así en la probabilidad de que un evento dental pueda servir de condicionante directo. La cultura enfocada en el dolor y otros factores intrínsecos que aumenten la hipervigilancia durante el tratamiento dental pueden propiciar un aprendizaje negativo como respuesta a una experiencia dental incluso relativamente inocua. Así, también se incrementa la posibilidad de desarrollar ansiedad dental.
En cuanto al sexo, relacionado en este caso de acuerdo a factores sociales y culturales, se considera que juega un papel parcial. En algunas culturas es socialmente aceptable que las niñas exhiban su miedo y sus emociones, mientras que no está bien visto en los niños. Por esa razón puede ser que se considere en algunos estudios que el hecho de ser del género femenino predisponga a desarrollar ansiedad dental. Es un tema bastante discutido y poco claro.
Explicaciones e informaciones negativas
La actitud negativa de la familia y el entorno de la persona, ya desde que se es un niño, influye de forma significativa en el desarrollo de la ansiedad dental, aún sin haber acudido nunca a una consulta odontológica.
Varios estudios que investigaron este fenómeno en padres e hijos observaron una relación nada desdeñable entre las actitudes negativas de unos y la ansiedad dental manifiesta de los otros, lo cual no quiere decir que sea producido por un modelado directo, si no que se trata de una afectación más compleja e indirecta.
Un estudio muestra que la ansiedad dental en el niño no está asociada con la ansiedad dental de los padres directamente ni con el estilo de crianza, si no con la estructura familiar y la presencia de hermanos, que sí que juegan un papel significativo en el desarrollo de miedo o ansiedad dental.
Por tanto, para prevenirlo, puede ser útil reorientar la atención de la influencia de los padres a la posible influencia negativa de los hermanos o hermanas. El aprendizaje verbal transmitido por los progenitores puede causar una percepción de autoeficacia menor frente al dolor y afectar además a las percepciones de los estímulos dentales, incrementándose por tanto la hipervigilancia de los menores en encuentros dentales tempranos, lo que, en consecuencia, puede propiciar el desencadenamiento de un condicionamiento directo con más probabilidad que si no estuviera influenciado de esa manera.
Padres y madres, transmiten sus sentimientos de miedo y ansiedad a su descendencia, incluso sutilmente. La percepción de los padres de que las citas dentales son desagradables, y hasta dolorosas, puede ser fácilmente transmitida a los menores. Hay veces que hasta se emplea la alusión a acudir al odontólogo o realizar ciertos tratamientos, inconscientemente, como amenaza o castigo si no se cepillan los dientes o persisten los hábitos nocivos.
La ansiedad paterna y/o materna, además, puede influir en el aprendizaje de su descendencia si dicho temor se expresa con la evitación o demora de la asistencia a la consulta dental de forma reiterada, adquiriendo ese hábito por imitación, o interpretando de forma indirecta que dicho entorno debe tener algo muy negativo para no acudir con normalidad como a otros cuidados pediátricos de rutina.
En relación a estos aspectos, también se considera un factor predictivo fiable de dolor pediátrico y/o ansiedad el hecho de que los progenitores expresen su preocupación constante por la experimentación de dolor de sus hijos, previo a la realización del procedimiento.
Son también de suma importancia las explicaciones previas dadas por los acompañantes antes de una cita dental, sobre todo si es la primera.
Por otro lado, se considera que juega un papel crucial la habilidad de los acompañantes para manejar la posible ansiedad o temor de los menores. Cabe destacar la importancia del contagio emocional o la transmisión indirecta de la ansiedad de, sobre todo, progenitores a hijos, en el momento de la consulta dental.
Aparte de la ansiedad transmitida por padres y otras personas del entorno, hay tres aspectos que influyen en esta transmisión de información:
Las explicaciones inapropiadas pueden provocar ansiedad, y en caso de niños o personas que nunca hayan tenido una experiencia directa, hacer que se sientan confusos y perdidos en la situación. La percepción, sobre todo de los padres, sobre la visita dental como algo desagradable puede ser transladado al receptor de la información y generar una conducta negativa hacia el cuidado dental.
En algunos estudios se presta más relevancia a la influencia que tiene la actitud de la madre en concreto en sus descendientes en cuanto a este tema, debido a que, según comentan, la relación madre-hijo es uno de los parentescos más importantes e influyentes que el individuo experimenta en toda su vida, por lo que se remarca el rol fundamental de la madre durante el tratamiento odontológico, ya que son las madres las que, en la mayoría de los casos, acompañan a los hijos a la consulta. Las madres con ansiedad pueden transmitir emociones poco constructivas a sus hijos, interfiriendo negativamente en la experiencia dental propia.
En conclusión, aunque los padres deben tener una participación activa y valorada en la salud dental de sus hijos, su presencia en la consulta puede constituir un desafío para el profesional, en especial si consideran que deben tener comunicación verbal, e incluso física, con su hijo durante el tratamiento. No hay pruebas claras de que su presencia o ausencia en el consultorio influya en el comportamiento del niño. Este tema sigue estando sujeto a bastante controversia. En la actualidad, los dentistas pediátricos en general aceptan las siguientes circunstancias para la presencia de los padres en el gabinete dental:
Sin embargo, la presencia o no de los padres en la consulta es en gran medida una decisión individual basada en la preferencia de dentista, paciente y ellos.
Se trata de factores causales o estímulos desencadenantes asociados al entorno dental sobre los que los profesionales dentales tienen la capacidad de minimizar su efecto.
La sola presencia de alguno de estos estímulos que le recuerde a la persona una experiencia dental dolorosa o molesta, lo llevará a experimentar ansiedad dental.
Los aspectos más temidos por los niños son la turbina y torno, el ahogo o asfixia y la inyección, todos con altos valores en diferentes culturas.
Se ha propuesto un círculo vicioso del miedo dental para explicar el mecanismo por el cual se perpetúa en el tiempo: el miedo lleva a la evitación de las visitas dentales hasta que los problemas ya no se pueden ignorar más, entonces se necesitan normalmente procedimientos más invasivos, lo que puede reforzar los sentimientos de ansiedad.
Se trata del modelo de Berggren, el modelo de círculo vicioso más comentado y fundamentado en la literatura para describir los componentes que dan lugar a los efectos y mantenimiento de la ansiedad dental.
Teniendo en cuenta su dinámica, la ansiedad dental, precipitada por diferentes causas, puede llevar a la persona a evitar las consultas dentales, realizándolas sólo en casos de urgencia, e incluso a evitar las visitas de manera absoluta. Este comportamiento de no adherencia da lugar a un deterioro progresivo de la salud oral, lo cual lleva a quien lo padece a sufrir enfermedades orales de diversa gravedad, normalmente con dolor e infecciones, necesitando por tanto procedimientos más invasivos y desagradables. A su vez, este deterioro de la salud oral, puede llevar a experimentar sentimientos de vergüenza e inferioridad, sobre todo en relación a su estética facial, además de otros problemas sociales que afecten al contacto con la familia y amistades. Con el tiempo, este patrón da lugar a un aumento en el nivel de ansiedad, es decir, refuerza el miedo al tratamiento, retomándose el proceso nuevamente y convirtiéndose en un bucle.
Fuente: Elaboración propia.
Mientras que la historia de aprendizaje temprano parece jugar un papel en el desarrollo inicial de ansiedad dental, muchos otros factores incluidos el aprendizaje aversivo repetido, la evitación y valores familiares y culturales contribuyen al mantenimiento de la ansiedad dental. Parece que la exposición a múltiples experiencias dolorosas puede culminar en una ansiedad dental estable de varias maneras. Los individuos que han vivido varias experiencias dentales dolorosas son más propensos a evitar el tratamiento. Sin embargo, la familia y, a mayor escala las creencias culturales sobre la salud oral, parecen ser también importantes en determinar el curso de la ansiedad dental. Así, los pacientes ansiosos se pueden ver atrapados en un círculo vicioso que es difícil de romper.
La evaluación de la intensidad de la ansiedad o miedo dental de un paciente es un aspecto esencial en la evaluación general del mismo en la consulta odontológica y debería realizarse sistemáticamente en la primera visita tanto en adultos, como en niños y adolescentes.
El conocer la percepción del miedo dental que padece el paciente previamente a que éste entre en el gabinete, usando siempre una escala válida y fiable, puede ayudar al profesional a conocer mejor a su paciente y elegir una guía de manejo apropiada a su situación.
Una vez que se establece la relación paciente-profesional, esta interacción inicial puede revelar la presencia de ansiedad y miedo y, en tales situaciones, las evaluaciones subjetivas y objetivas pueden mejorar enormemente el diagnóstico del paciente, así como facilitar un ambiente más agradable, tranquilo y de confianza, mediante las herramientas adecuadas.
También se recomienda, en el caso de pacientes menores de edad, conocer y evaluar la existencia o no de ansiedad dental en sus padres o acompañantes, y el nivel del mismo que puedan presentar, para así idear unas estrategias de manejo tanto del paciente pediátrico como aconsejar a sus padres en su caso y la forma de evitar que esos miedos lleguen al niño. Es obvio que cualquier esfuerzo que se haga con el objetivo de minimizar o solventar la ansiedad dental en los padres o parientes, beneficiará en consecuencia al paciente infantil. Se ha observado que proporcionar la suficiente información a los padres sobre el tratamiento que va a recibir su hijo es una manera efectiva para reducir la ansiedad preoperatoria que sufren (no tanto por ellos si no en relación al niño).
La ansiedad se puede examinar o valorar usando tanto entrevistas semiestructuradas y evaluación subjetiva, como escalas psicométricas (mediante cuestionarios) y, con menos frecuencia, mediciones fisiológicas.
No consiste más que en dedicar tiempo, por parte del profesional, para tener una conversación tranquila, cercana y sin interrupciones con el paciente, y de esa manera tratar de identificar qué grado de ansiedad dental tiene, y qué situaciones concretas pueden desencadenar o estar más relacionadas con su miedo. Lo ideal es usar unas pocas preguntas abiertas que ayuden a guiar la conversación en la dirección que el profesional pretenda. Es primordial además, identificar el motivo principal de la consulta, cómo fueron sus experiencias dentales previas si es que las hubo, qué expectativas, temores y preocupaciones tiene respecto al futuro tratamiento. Hay ocasiones en que una entrevista como ésta puede revelar que su ansiedad forme parte de un desorden psicológico más extenso, por lo que es importante que en estos casos el paciente sea adecuadamente referido a profesionales expertos en el campo correspondiente. Puede que hasta sea necesario un enfoque multidisciplinar del caso, con el manejo conjunto del caso entre profesionales de la psicología y la odontología.
Las escalas de ansiedad son válidas y fiables para medir la respuesta de los pacientes al estrés que les puede generar una consulta bucodental. Aun así, es cierto que a veces los resultados difieren según la escala que se utilice. Esto tiene más relevancia en el campo de la investigación, sobre todo para estimar la prevalencia de la ansiedad dental en una muestra, por lo que se debe tener cuenta y tratar de utilizar siempre la misma o escalas con estructura y criterios similares. Hay disponibles actualmente diferentes tipos de cuestionarios autorrellenables. Ninguno de estos instrumentos se ha considerado como infalible y mejor que los demás, ya que todos tienen sus limitaciones. Lo que sí está claro es que los más usados y mejor valorados en pacientes adultos son la Escala de Ansiedad de Corah (CDAS), la Escala de Ansiedad Modificada (MDAS) y el DFS, ya que han demostrado ser fiables y válidos en múltiples idiomas.
Escala de ansiedad dental de corah (cdas)
Se trata de un instrumento ampliamente usado, breve y con buenas propiedades psicométricas. La escala consiste en cuatro preguntas sobre diferentes situaciones dentales. Cada pregunta se puntúa desde 1 (no ansiosos) a 5 (extremadamente ansiosos), así que el rango de posibles puntuaciones es de 4 a 20. Una puntuación de más de 15 indica alto nivel de ansiedad y posible paciente fóbico. La mayor limitación de esta escala es que no incluye ninguna pregunta sobre la ansiedad relacionada con la inyección de la anestesia local y no hay uniformidad en las elecciones de las preguntas en la escala, haciendo difícil comparar las respuestas. Una de las cualidades de este instrumento es que sus puntuaciones son altamente fidedignas dado que, como la ansiedad dental es socialmente aceptada, el tener miedo al dentista hace que poca gente tenga la necesidad de ser condescendiente cuando se le consulta al respecto.
Escala de ansiedad dental modificada (mdas)
Es un cuestionario breve y válido, muy parecido al de Corah, con la diferencia de que añade una pregunta referente a la inyección de anestesia. Se compone de cinco preguntas con cinco opciones de respuesta. Las puntuaciones van desde no ansioso a extremadamente ansioso. Las respuestas se puntúan de 1 a 5. La puntuación va de un mínimo de 5 a un máximo de 25. La más alta, correspondiente al miedo dental más alto, sería la puntuación de 19. Se ha reportado que la administración de este cuestionario no incrementa la ansiedad y ha mostrado una buena validez tanto en Reino Unido como en otros países Europeos.
Escala de Miedo dental/ Kleinknecht
El DFS consiste en 20 cuestiones relacionadas con el comportamiento de evitación, reacciones fisiológicas de miedo y diferentes estímulos que pueden generar miedo que se pueden encontrar las citas y en los procedimientos dentales. Este cuestionario tiene cuatro opciones de respuesta, pudiendo obtenerse puntuaciones que van desde un mínimo de 20 a un máximo de 100. El límite para el alto miedo dental se ha sugerido en mayor o igual a 60. Algo positivo de esta escala es que evalúa tres dimensiones relevantes: la evitación del tratamiento dental, los síntomas somáticos de ansiedad y la propia ansiedad causada por estímulo dental.
Basándose en estos cuestionarios, el paciente puede categorizarse en:
En el caso concreto del paciente infantil, los tres instrumentos más ampliamente utilizados son:
Children’s fear survey schedule-dental subscale (cfss-ds)
Creado por Cuthbert, es un cuestionario que trata de identificar el nivel de ansiedad dental relacionada con diversos aspectos del tratamiento, tanto procedimientos invasivos como situaciones clínicas generales. La escala está diseñada para niños de entre 4 y 12 años de edad. Se compone de quince preguntas con respuestas que van del 1 al 5, donde 1 representa la ausencia de miedo, y 5 representaría mucho miedo. Las puntuaciones obtenidas van de un rango de 15 a 75 puntos, donde una puntuación de igual o más de 45, se considera un alto nivel de ansiedad dental. Varios estudios confirman las adecuadas propiedades psicométricas de este instrumento. Pese a ser de los más utilizados, para niños menores de 6 años podría entrañar cierta dificultad debido al menor desarrollo de las habilidades en lectura y escritura. Por esta razón se presentan a continuación cuestionarios de respuestas más simples, como el de Venham.
Venham picture test (vpt)
Más sencillo para niños de corta edad, a los que se les presentan ocho pares de figuras, que reflejan diferentes emociones, y deben escoger la que represente más acertadamente su estado emocional o de ansiedad en el momento. La escala puntúa de 0 (sin ansiedad) a 8 puntos (mucha ansiedad). Su principal ventaja es la facilidad de aplicación.
Facial image scale (fis)
Creada por Buchanan y Niven, se puede aplicar en niños de entre 3 y 18 años. Se compone de una hilera de cinco rostros con distintas expresiones que van desde una gran felicidad hasta un gran descontento. Entonces se le pide al paciente que elija con qué cara se identifica más en ese momento. Su clara ventaja frente a otros instrumentos es su sencilla aplicación.
La evidencia en la literatura del uso de estos cuestionarios en la rutina clínica es muy escasa, ya que muy pocos profesionales usan este tipo de herramientas en su rutina clínica. Aún así, se recomienda el uso de los cuestionarios debido a todos los beneficios que puede aportar tanto a profesional como a paciente, y a la relación entre ambos. El profesional no debería fiarse solamente de su juicio clínico o por las apariencias a la hora de valorar la ansiedad dental de sus pacientes. Además, parece que el mero hecho de entregarlos y rellenarlos, no sólo no aumenta los niveles de ansiedad, si no que podría disminuirlos, facilitando un mejor manejo posterior.
Medición o monitorización de aquellas variables sistémicas que se suelen modificar como respuesta a un estado de miedo y ansiedad:
La medición de la actividad del sistema nervioso autónomo ha resultado útil para evaluar el estado de estrés interno en el paciente infantil.
A pesar de que en muchas ocasiones los pacientes ya llegan a la consulta con unas creencias y pensamientos negativos preestablecidos sobre la odontología y la labor del equipo dental, incluso si la ansiedad es muy leve o no está completamente instaurada, si los pacientes simplemente tienen un miedo convencional a lo desconocido, o llegan sin ningún tipo de ansiedad o temor, está en manos de los profesionales de la consulta hacer todos los esfuerzos posibles para que esa ansiedad o temor no se desarrolle o avance. Siendo realistas, por muy bien que se hagan las cosas y siendo lo más cuidadosos de lo que seamos capaces, no es posible que todas las intervenciones sean totalmente indoloras o por completo confortables para el paciente. Sin embargo, a través de una serie de herramientas básicas como la buena comunicación, la empatía y el conocimiento sólido de las estrategias de manejo de conducta, es posible preparar a los pacientes para aceptar y afrontar intervenciones incómodas sin que ello afecte a su concepto del tratamiento dental, es decir, que se convierta en algo negativo, y a través de ello también aprovechar para que se sensibilicen sobre la importancia de tener una buena salud oral, que tomen consciencia y se responsabilicen de ella.
A continuación se presentan algunas recomendaciones para prevenir en lo posible el desarrollo del miedo y la ansiedad dental en los pacientes que acuden a la consulta:
Se aconseja, sobre todo en el caso de los pacientes más pequeños, que los acompañantes y personas cercanas de su entorno, sean más sensibles a la hora de prepararles para un primer encuentro con el ambiente dental. Muchas veces, sin esa intención, se les proyectan miedos, incluso sólo con una frase a modo de broma, que puede quedar en inconsciente propiciando una ansiedad dental para toda la vida. Es importante no inculcar pensamientos negativos sobre la odontología y los profesionales que les van a atender, ni, por supuesto, amenazarles sutilmente con “ir al dentista” o “hacer tal tratamiento” si no realiza el cepillado, por ejemplo (aunque se haga con buena intención inicial), como si acudir a una clínica dental fuera un suplicio o un castigo.
Mostrar disposición, atención y realizar una escucha activa, además de propiciar una buena relación entre paciente y profesional, ayuda a este último a conocer a la persona que tiene delante, a intuir los posibles miedos o estímulos que le puedan generar más ansiedad, para así actuar con más cautela, y, en definitiva, conocer sus preocupaciones y motivos por los que acude a la consulta. Para poder prevenir la ansiedad dental, es fundamental identificar a los pacientes con predisposición a desarrollarla, y la única manera de saberlo es escuchándoles, no sólo a nivel verbal, también mediante su comunicación no verbal. En el caso de que el paciente ya presente esa ansiedad, también es fundamental ser consciente del nivel y de la fuente de origen, para así tomar las medidas oportunas para prevenir desencadenantes o agravamiento de esa emoción durante el tratamiento.
El buen uso de la comunicación realizado por parte del equipo dental en el ámbito clínico, por tanto, beneficia de igual forma al profesional como a sus pacientes. La comunicación es vital en todos los sentidos y puede agilizar el plan de tratamiento que se vaya a llevar a cabo, además de facilitar que paciente y odontólogo se sientan totalmente cómodos en la consulta.
No sólo influye en el interlocutor lo que se dice, si no cómo se dice y la comunicación no verbal que se emplee. La comunicación no verbal consiste en el envío y recepción de mensajes en el que entran en juego tanto gestos, como lenguaje corporal en general, la postura, la expresión facial, el contacto facial, el feedback con el interlocutor con movimientos de cabeza...etc. Este tipo de comunicación es una gran fuente de información, a veces más si cabe que la verbal, por lo que su relevancia no debe pasar desapercibida. El tono de voz también es muy importante, sobre todo a la hora de introducir información acerca de los procedimientos, y más aún si cabe en el caso de niños pequeños, y debe hacerse de manera suave y no amenazante. Un cambio sutil en la manera en que se ofrece la información puede hacer cambiar por completo el modo en que se interpreta la misma.
Mediante las habilidades de comunicación por parte del profesional, hay una serie de recomendaciones específicas que se deberían de tener en cuenta:
Todos estos aspectos en cuanto a la comunicación deben de tenerse en cuenta de manera continuada en todas las visitas, incluso en las revisiones dentales periódicas. Para todo ello, es aconsejable y necesario invertir algo más de tiempo en la atención personalizada de cada paciente, lo cual a la larga será de agradecer, ya que contribuye al establecimiento de una relación de confianza entre ambas partes, incluso a que el paciente se sienta más valorado, optimista y motivado.
Cuando una persona acude a la consulta dental, es porque quiere solucionar un problema, del tipo que sea, y en general muestra interés en conocer con exactitud las causas de su patología y en qué consistirían los procedimientos que podrían solucionarla. Muchos pacientes opinan que sería útil disponer de un recordatorio de lo que el profesional les ha explicado. En una sola consulta, sobre todo en la primera, cuando se da un plan de tratamiento, se traslada tanta información de una sola vez que es habitual que no se comprendan por completo las explicaciones dadas o que algún detalle se quede por el camino. Así, el poder tener esa misma información por escrito y poderla leer en casa tranquilamente ayuda, además de la expresión verbal de que cualquier duda que pudiera surgir podrá ser aclarada en la próxima visita, ya que es normal que las dudas vayan surgiendo a posteriori. También podría ser útil que el profesional les recomendase páginas web útiles o blogs, mejor aún si fueran de la propia clínica, para que los pacientes, que hoy en día tienden a buscar información por internet y no siempre es fiable, tengan esa opción al menos en un lugar de referencia.
Algunos pacientes, cuando se les explica un tratamiento o el desarrollo de una enfermedad concreta, prefieren que la explicación se realice mediante ilustraciones o radiografías, antes que con imágenes de dientes o procedimientos reales, o incluso con un espejo mostrándoles sus propios dientes. Sugieren que la información con demasiado realismo podría generarles inquietud o ansiedad.
La técnica fundamental para presentar al paciente el procedimiento que se va a realizar, que sigue siendo la más recomendada y usada hoy en día, es la de “Decir-Mostrar-Hacer”. Aunque se explicará con más detalle en el apartado de Tratamiento, en resumen, consiste en contar primero verbalmente en qué consiste el procedimiento, seguido de enseñar los instrumentos uno a uno que se van a utilizar y, por último, hacer una simulación en un fantoma o modelo del procedimiento en sí.
Los pacientes adultos, por lo general, prefieren que se les de la información sin minimizar o endulzar los términos en cuanto a gravedad, que el pronóstico, aunque sea malo, sea expuesto de forma clara y honesta. Lo que sí se deben evitar en todos los casos son los tecnicismos, muy útiles cuando los profesionales se comunican entre sí, pero muchas veces se emplean con los pacientes de forma inconsciente y esto genera en los pacientes confusión y frustración. La información debe ser completa, precisa y clara, tanto del diagnóstico de su dolencia, como de las opciones de tratamiento, así como de los riesgos, beneficios y pronóstico aproximado de cada una, y explicación detallada de las posibles sensaciones que puede notar, así como de los consejos a seguir tras un procedimiento.
Siempre se ha dicho que la primera visita es la más importante pues, dependiendo de cómo se desarrolle, dará lugar a la posibilidad de recibir al paciente en más ocasiones, incluso que recomiende la atención recibida a personas de su entorno. La primera impresión no sólo incluiría ese primer momento al entrar en la consulta, también influye la atención recibida a la hora de darle la cita, ya sea en persona o por teléfono. De todas maneras, no importa que sea la primera o una cita sucesiva; si la última visita el paciente ha recibido la misma atención, escucha, tiempo y profesionalidad, es casi seguro que volverá y el vínculo entre profesional y paciente seguirá reforzándose. Lo que quiere decir esto, es que no sólo hay que esforzarse en dar una buena primera impresión, si no que esa actitud hay que mantenerla en todas las ocasiones de encuentro. Además, el objetivo no sólo es fidelizar al paciente y lograr una adhesión al tratamiento, que también; en el tema del miedo y la ansiedad dental, esta primera visita es fundamental, ya que dependiendo de cómo se gestione el paciente puede cambiar sus creencias negativas previas para mejor, o marcharse con más ansiedad de la que traía al principio. Hoy en día, la “odontología con prisas”, contagiada por el ritmo de vida actual, puede llevar a los profesionales a descuidar el trato personalizado y mostrar la empatía necesaria con los pacientes. La manera calmada de proceder, llevará más tiempo de trabajo pero disminuirá la ansiedad tanto en los pacientes como en los profesionales.
Se ha probado que los siguientes procedimientos puede ayudar a iniciar una buena relación entre el equipo dental y el paciente que llega por primera vez a la consulta (aún más si cabe en el caso de menores), dar una buena impresión sobre el ambiente dental, así como para prevenir y disminuir su ansiedad:
Se ha comprobado que la experiencia y la posible ansiedad inicial mejora a medida que
se suceden las visitas. Es decir, la conducta y el miedo mejoran con la experiencia.
También se ha sugerido que las visitas dentales desde muy temprana edad pueden ayudar a disminuir el miedo dental al tener la oportunidad de eliminar los pensamientos negativos sobre la odontología de forma precoz. Sin embargo, el tipo de tratamiento que el paciente recibe en sus primeras visitas puede representar un papel significativo en el desarrollo del miedo dental. No es lo mismo acudir por primera vez a una revisión rutinaria que a un tratamiento de urgencia por un traumatismo. Es fundamental, por eso, el control efectivo del dolor siempre, pero más si cabe en las primeras visitas.
Es interesante, sobre todo en el caso de pacientes menores, realizar primero citas de corta duración y procedimientos sencillos e ir avanzando de forma gradual hacia procedimientos más complicados a medida que el paciente se acostumbre al ambiente dental.
El ambiente en el que se desarrolla la consulta cambia por completo cuando entre el paciente y el equipo dental se crea una relación distendida y cómoda, ayudando a mejorar la confianza en los profesionales y en el tratamiento.
En general, los pacientes prefieren sentirse parte del proceso, no meros destinatarios del tratamiento. Es importante por ello hacerles partícipes de la toma de decisiones, es un forma además de generar un compromiso consigo mismos y su salud bucodental, no actuar sólo como sujetos pasivos que reciben un tratamiento a cambio de dinero y no se responsabilizan de su salud. Además, esto les da cierta sensación de control y confianza.
El hecho de acordar una señal para detener el proceso cuando sea posible o para indicar que algo está siendo molesto, ofrece al paciente una sensación de control extra, seguridad y confianza en el profesional, siempre y cuando esa señal se respete.
Los pacientes necesitan sentirse apoyados y comprendidos por el equipo profesional, y no sentir vergüenza al expresar sus emociones de miedo o desconfianza. El mero hecho de que la persona pueda expresar con sinceridad sus emociones al profesional, y que éste trate el tema con naturalidad y comprensión, sin desacreditar su vivencia ni ridiculizarla, hace que esas emociones pierdan intensidad, y la relación gana en confianza. La paciencia, atención, presencia, comprensión y compasión son aspectos fundamentales a la hora de relacionarlos con las personas en general, y más con los pacientes, que al fin y al cabo son los que se encuentran en una situación incómoda y vulnerable.
Un buen ambiente en la consulta contribuirá a la satisfacción de ambas partes. Cabe destacar que será siempre el odontólogo quien deba intentar adaptarse a la forma de ser y a las características y circunstancias personales del paciente, para así poder establecer una relación mucho más sólida y duradera entre ambos.
El ambiente en la clínica dental puede jugar un papel muy importante en el desencadenamiento del miedo dental y la ansiedad.
La atmosfera de la clínica puede fomentar la calma mediante música suave y evitando luces brillantes. Las paredes pueden adornarse con imágenes y cuadros agradables y la sala de espera debería disponer de libros y revistas, al fin y al cabo medios de entretenimiento para hacer de la espera algo agradable.
Los sonidos producidos por los instrumentos en los gabinetes cercanos deberían tratar de ocultarse en la medida de los posible cerrando las puertas y con buenos aislamientos.
El color rojo suele considerarse como desencadenante de ansiedad o miedo por su asociación con la sangre, aunque no es así en todas las personas.
En cuanto al atuendo del equipo dental, sigue existiendo en muchas personas el llamado “síndrome de la bata blanca”, un temor e inquietud que asocia ese tipo de prendas con procedimientos médicos. Así, los niños más pequeños suelen preferir que sus odontopediatras lleven atuendos coloridos y con dibujos, mientras que los mayores no ven ese aspecto tan importante.
Las herramientas de trabajo, aunque cada vez se hacen con diseños más agradables, pueden, sólo con verlas, generar intranquilidad. Un claro caso es la jeringa de anestesia. Para ello existen “camuflajes”, con forma de animales por ejemplo, con el objetivo de colocar la anestesia en pacientes pediátricos de una forma más amable, dentro de lo que cabe.
En concreto, la presencia o ausencia de los padres de los pacientes más jóvenes puede influir en su comportamiento durante el procedimiento dental, ya sea para bien o para mal. Este tema sigue siendo muy controvertido actualmente, ya que muchos profesionales prefieren que los menores entren solos, otros que lo hagan acompañados, y no existen guías claras para ello. De hecho, depende de varios aspectos el que su presencia sea favorable o no, como la edad del niño, el tipo de tratamiento que se va a realizar.. En ocasiones su presencia condiciona de forma negativa cuando los acompañantes presentan y expresan ansiedad, y ésta es transmitida al paciente. Otras veces es al contrario, la conducta del paciente puede afectar a las creencias e impresiones del acompañante y condicionarlo para que desarrolle miedos por modelado (5,47). Dependiendo del caso, la connotación de la influencia de la presencia del acompañante también puede ser positiva, tanto en una dirección como en otra. La presencia de los padres puede ser beneficiosa para el comportamiento del paciente, al sentir mayor apoyo y seguridad que si estuviera ausente. Es por tanto fundamental adaptar la elección de este aspecto a cada caso concreto, y siempre explicar previamente a los acompañantes por qué es más recomendable cierta decisión. Pese a la falta de evidencia clara, existe la tendencia actual del deseo de los progenitores de estar presentes durante el tratamiento; esto se puede deber a que ahora los pacientes cada vez se atienden a edades más tempranas o a la mayor implicación de los padres en la salud de sus hijos.
Una manera de prevenir la ansiedad y miedo dental en los pacientes menores de edad, es identificar estos temores en sus padres o cuidadores, actuando y tratando estos, de manera que así se pueda prevenir esa transmisión de miedos a los niños.
Se aconseja que si el paciente va a llevar un acompañante, éste no tenga ansiedad hacia el ambiente dental.
Las anteriores recomendaciones, sobre todo las referentes a las habilidades para una buena comunicación con el paciente, en algunas personas surgen de manera natural, mientras que otras necesitan aprenderlas y practicarlas.
Se considera que el éxito de cualquier entrevista clínica en la consulta, y del desarrollo del tratamiento en general, depende de la calidad de la comunicación entre profesional y paciente. Las habilidades de inteligencia emocional y comunicación son una parte importantísima del quehacer de un buen profesional dental y, por ello, la comunicación es considerada una de las competencias básicas en la formación sanitaria. La profesión de odontología tiene lugar en un contexto de constante interacción con personas. Conocer qué decir en cada momento facilita las relaciones, evitando malentendidos y mejorando en consecuencia la calidad del trabajo diario y el bienestar profesional y personal.
Es, por ello, fundamental la formación tanto en relación a la ansiedad y el miedo dental, como en las herramientas para su prevención y tratamiento.
Cuando un paciente presenta ansiedad o miedo dental de forma manifiesta, los profesionales dentales deben de estar preparados para ayudar al paciente a minimizar sus síntomas y superar sus temores mediante una serie de técnicas, no sólo para hacer del momento de la consulta una situación lo más agradable posible para todos, si no para poder solventar esa barrera que le impide al paciente seguir un control de su salud bucodental y que las futuras visitas sean positivas y libres de inquietud en la medida de lo posible. Es por ello que construir una confianza con el paciente y manejar su conducta se vuelven críticos. Debido al carácter multifactorial en la etiología de la ansiedad dental y sus distintos grados, está en manos del profesional elegir qué método de reducción de ansiedad seguir, teniendo en cuenta que algunos requieren entrenamiento especializado y formación complementaria, incluso en ocasiones será de gran utilidad el trabajo multidisciplinar con profesionales de la rama de la psicología.
La ansiedad dental puede ser manejada con intervenciones no farmacológicas, que son las de primera elección y que incluirían las intervenciones de psicoterapia, manejo de conducta y comunicación; con intervenciones de tipo farmacológico (por medio de ansiolíticos o sedantes), terapias alternativas o también con la combinación de varias técnicas. La elección de un tipo de técnica u otra depende de la experiencia y conocimientos del profesional, el grado de ansiedad del paciente y sus características, la situación clínica concreta, los riesgos y beneficios del método y sus ventajas y desventajas. No existe ninguna técnica perfecta y aplicable en todos los casos, por eso a veces puede ser necesaria la combinación de varias de ellas para lograr mejores resultados.
Existen intervenciones sencillas que el equipo dental podría llevar a cabo en la consulta sin especial entrenamiento. Para ello, es necesario que previamente se detecte el perfil de paciente que presenta un grado alto de ansiedad y considerar el procedimiento más adecuado para él. El proporcionar de forma previa cuestionarios específicos sobre la ansiedad dental, puede hacer que el paciente esté más convencido de que el dentista le tratará con más cuidado sabiendo que le ha confesado sus dificultades, y el traslado de esta información de forma previa puede alertar al dentista sobre el nivel real de ansiedad de su paciente y motivarle para comunicarle sus preocupaciones; así, se puede dirigir la consulta desde una perspectiva más centrada en el paciente, personalizada, lo cual siempre es de agradecer. Además, viene bien informar a los pacientes que acuden y nos informan de su ansiedad general, de su tendencia a ser más propensos a la ansiedad dental, a evitar las visitas de revisión rutinarias, o a otras conductas típicas de esta condición, ya que puede que aún no sean conscientes de que lo padecen. Sería útil entregar materiales de educación en este sentido.
A pesar de que en una época no muy lejana la tendencia habitual era premedicar a los pacientes para reducir su ansiedad, actualmente se precisa de una aproximación más compleja, donde las técnicas de manejo de conducta cumplen un papel primordial. Aún así, sigue siendo útil en algunos casos una sedación farmacológica como herramienta secundaria, de acuerdo a las necesidades de cada caso.
La relevancia de la psicología y las ciencias de la conducta en la educación dental y la práctica clínica ha aumentado progresivamente en las dos últimas décadas.
Son las de primera elección, y su implementación en general requiere interés, experiencia, en ocasiones formación complementaria, y también tiempo y paciencia. El objetivo no es solamente conseguir una consulta tranquila y productiva de forma puntual, si no modificar la actitud del paciente hacia la odontología y mejorar las emociones de ansiedad y miedo a largo plazo.
Varias de estas estrategias de tratamiento se basan en el reforzamiento positivo (por ejemplo, la modelación y el Decir-Mostrar-Hacer). Todas ellas se llevan a cabo mediante una comunicación efectiva y modulación de la voz. El dominio para la modulación de la voz se consigue mediante la experiencia, y su objetivo es modificar el comportamiento o conducta con cambios sutiles en el volumen, tono o ritmo de la instrucción verbal, sin indicios de ira o irritación.
Las técnicas de conducta no deberían considerarse por separado, como herramientas independientes, si no como un continuo en las habilidades de comunicación del dentista, donde comparten la relación empática y la capacidad de cuidado del paciente, en lugar de sólo dientes.
Esta es la base de la mayoría de las estrategias de orientación de la conducta en la clínica dental, de hecho se considera la técnica más extensamente usada en odontopediatría, debido a su eficacia, comodidad y sencillez de uso. Se basa en la teoría del aprendizaje y consiste en introducir un procedimiento novedoso o temido de forma secuencial:
Fontama para demostración. Fuente: Elaboración propia.
Esta técnica prepara al paciente progresivamente y mejora la aceptación del tratamiento, lo que justifica que sea el método de elección para guiar la conducta y el aprendizaje de los pacientes.
Se define como un método para alterar la atención del paciente de los estímulos que puedan resultar desagradables durante un procedimiento dental. Pueden usarse diversos tipos de actividades para distraer la atención del paciente. Es útil poner películas, juegos, imágenes relajantes, música, entre otros. Sin embargo, conversar con el paciente durante todo el tratamiento es un método eficaz y simple para lograr este objetivo, incluso cantarles canciones o contarles cuentos a los pacientes más pequeños. Se considera útil sobre todo para ayudar a las personas a superar un estrés de forma puntual o cuando se dispone de poco tiempo de preparación para implementar otras técnicas de conducta más elaboradas. La mayoría de los profesionales ya están familiarizados con estas técnicas y se sienten cómodos usándolas. Además, no resultan invasivas para el paciente ni requieren de tiempo y costes adicionales importantes, aparte de poder usarse en pacientes de todas las edades.
Es frecuente el uso de musicoterapia y distracción audiovisual como métodos de distracción, y se han informado casos en estudios de buena aceptación y efectos positivos en gran parte de los pacientes que se beneficiaron de estas técnicas.
Fuente: Elaboración propia.
Fuente: Elaboración propia.
Consiste en que el paciente con miedo dental observe a otros pacientes recibiendo tratamientos dentales, los cuales muestran una actitud tranquila frente al procedimiento. Se pueden usar, previo consentimiento, pacientes que estén siendo tratados en ese mismo momento, o mostrar las escenas mediante videos en dispositivos digitales. Esta técnica es especialmente útil en pacientes infantiles.
Estas técnicas psicológicas no suelen formar parte de la formación de un profesional dental, además precisan más tiempo de implementación que otras técnicas, ya que necesitan de varias sesiones antes de la cita de tratamiento dental. Los profesionales, para poder llevarlas a cabo, tienen que seguir un entrenamiento adicional o ayudarse de la colaboración de un profesional de la psicología familiarizado con estos métodos. Estos factores explican por qué, pese a su tasa de éxito en el tratamiento de la ansiedad y las fobias, no se usen tan ampliamente como otras técnicas.
La ansiedad leve o moderada normalmente se trata con estrategias de orientación de conducta tradicionales como el Decir-Mostrar-Hacer, el reforzamiento o la distracción, pero el tratamiento de la ansiedad intensa, y en particular de la fobia, requiere de técnicas especializadas, como ésta. Se trata de un tratamiento conductual que parte de la base de que la relajación y la ansiedad no pueden existir al mismo tiempo en un individuo. En la práctica, se construye una jerarquía de estímulos productores del temor y el paciente se expone a ellos de manera ordenada, comenzando por el estímulo que representa la menor amenaza para él. Es primordial, antes de hacer esto, enseñar al paciente a relajarse, ya que sólo en ese caso se presentarán los estímulos causantes del miedo, y se irá pasando gradualmente de uno a otro sólo cuando el paciente se sienta preparado para hacerlo. En ocasiones se recurre al uso sedación farmacológica de forma inhalada para ayudar a inducir un estado de relajación.
Un ejemplo del protocolo a seguir sería (en el caso concreto del miedo a las agujas o inyecciones):
El elemento clave de esta técnica es inducir un estado de relajación, el cual puede tardar varias visitas en conseguirse.
En casos en que la ansiedad es moderada pero sin llegar a constituir una fobia, se puede realizar una desensibilización rápida, con la misma secuencia pero en la misma visita y de forma más ágil, es decir, induciendo primero un estado de relajación y presentando a continuación al paciente los estímulos que le causan ansiedad, uno tras otro, con el fin de poder realizar el tratamiento en esa ocasión. Es una técnica que requiere más o menos tiempo dependiendo del grado de ansiedad del paciente, por tanto hay que adaptarse a cada caso y al ritmo de cada persona.
En casos también más leves, se entiende que una exposición gradual al material rotatorio, por ejemplo, puede ayudar al paciente a familiarizarse con los ruidos o sensaciones de vibración, disipándose así el miedo poco a poco.
Esta estrategia se define como un tipo de desensibilización para el tratamiento de fobias sin posibilidad de escape, hasta que la falta de refuerzo de la respuesta de ansiedad causa su extinción. En esencia, la inundación es un tratamiento de exposición en el cual el paciente se expone a su mayor temor, siempre en un entorno seguro y bajo vigilancia. Un ejemplo simple sería ayudar al paciente infantil a afrontar sus miedos al sentarlo en el sillón dental, lo cual le permitirá advertir que, finalmente, ahí no encontrará nada amenazador ni sufre ningún daño por estar allí sentado.
Permanecer en la situación temida sin tratar de escapar de ella, cuando el temor es leve, es el tratamiento deseado para superar el miedo ya que se sabe que si se permanece el tiempo suficiente en contacto con el estímulo, la ansiedad fisiológica se reduce por la propia adaptación del organismo. El paciente, una vez afronta y se expone a la situación, se da la oportunidad de comprobar que realmente no era tan peligrosa ni desagradable como pensaba. Así, en la próxima ocasión, su experiencia de ansiedad será mucho menor. A medida que afronte de forma repetida la misma situación, es previsible que el miedo se vaya reduciendo incluso hasta que desaparezca. Claro está que es importantísimo tratar de hacer de esas experiencias lo más agradable posible ya que, si no es así, el paciente podría confirmar sus temores y la ansiedad continuaría.
De todas formas, en muchos casos, comunicarse de una manera empática suele ser suficiente para producir una mejora en el comportamiento, sin tener que recurrir a que finalmente los acompañantes abandonen la consulta.
Exclusion selectiva de los padres: se puede usar con los pacientes menores, como una técnica en el caso de un paciente pediátrico que no colabora. Estando en consulta acompañados por sus padres desde el inicio, y en caso de que el paciente presente una actitud de tipo rabieta o berrinche y se pierda la comunicación entre el profesional y el paciente, se solicita a los padres que abandonen la consulta. Antes de realizar esta técnica, será necesario dar una explicación detallada del procedimiento a los padres, y estos deberán estar de acuerdo. Además, antes de que salgan, debe informarse al niño cuáles son las condiciones para que vuelvan y, una vez que éste exhiba la conducta deseada, se debe llamar a los padres. Se supone que mediante este refuerzo negativo se fortalecerá la conducta deseada. También se considera que el retorno de los padres al gabinete puede ser percibido como un refuerzo positivo por el niño por su mejora en la conducta. Se ha observado que la presencia de los padres en la consulta conlleva una menor frecuencia cardiaca en el paciente pediátrico, lo que sugiere que su presencia le calma, como forma de consuelo.
De todas formas, en muchos casos, comunicarse de una manera empática suele ser suficiente para producir una mejora en el comportamiento, sin tener que recurrir a que finalmente los acompañantes abandonen la consulta.
La respuesta de relajación es la opuesta al estrés, y cuando se practica de forma regular no sólo disminuye la ansiedad si no que también permite al individuo manejar sus síntomas. Esto se puede conseguir mediante la respiración profunda y la relajación muscular. Cuando una persona está físicamente relajada, se considera que es imposible que esté mentalmente tensa a la vez. Estas técnicas se basan en el hecho de que los estímulos que provocan ansiedad originan un aumento de la tensión física muscular, lo cual tienden a incrementar la percepción de ansiedad.
Es interesante, incluso necesario, que los profesionales que vayan a implantar estas técnicas estén familiarizados con ellas de forma personal previamente, llevando a cabo un entrenamiento especial.
Una vez que se haya identificado a un paciente ansioso, estas técnicas podrían aplicarse incluso antes de que se siente en el sillón dental, para que cuando lo haga esté ya más relajado.
Los grupos de músculos que generalmente se utilizan en esta técnica son:
Un profesional compasivo y empático con un adecuado entrenamiento puede ayudar a superar el miedo dental de sus pacientes mediante sencillas técnicas aplicables en su día a día en la consulta, y ofreciendo además herramientas y habilidades al paciente para que pueda formar parte del proceso, e incluso trabajarlo en su domicilio como es en el caso de las técnicas de relajación.
La comunicación entre profesionales y pacientes, como ya se ha explicado, juega un papel crucial. El soporte verbal y el hecho de proporcionar tranquilidad a las personas que acuden a la consulta son estrategias usadas con frecuencia y que deberían llevarse a cabo por parte de todo el equipo dental, más aún si cabe en el caso de pacientes con necesidades específicas como los que padecen ansiedad dental. Para ello, sus citas y su manejo requerirá normalmente más tiempo para poder ayudarles a superar sus dificultades.
Si, por el contrario, el profesional conduce la visita de manera rutinaria, como con cualquier paciente, sin prestar atención a sus emociones ni darles la suficiente importancia y solo centrándose en aspectos prácticos de su patología y tratamiento bucodental, de mano el problema de miedo seguirá ahí o incluso puede empeorar, ya que el paciente puede interpretar esta actitud de indiferencia e insensibilidad de forma negativa.
A continuación se exponen una serie de detalles y consejos paso a paso que se pueden aplicar a la hora de tratar con un paciente extremadamente ansioso o con un miedo dental muy fuerte:
La administración de fármacos relajantes cuenta con una amplia experiencia en el manejo de la ansiedad en la odontología, sobre todo para su prevención y control ante la realización de tratamientos cuando las técnicas de manejo de conducta no son suficientes o eficaces por sí mismas. El uso de benzodiacepinas y su combinación con la técnica de sedación con óxido nitroso y oxígeno, muestran resultados efectivos y una alternativa mucho más segura, sencilla y económica que la anestesia general. Los fármacos a utilizar deben actuar de forma rápida, así como presentar un período corto de actuación, para que el paciente pueda regresar a su estado normal en un lapso corto de tiempo. Además, la sedación no sólo tiene como objetivo reducir el miedo y la ansiedad, si no también reducir la percepción de dolor durante el tratamiento, lo que también ayuda a prevenir el desarrollo de fobia dental o aumentar su ansiedad.
Existen varios niveles de sedación, desde la sedación mínima hasta la anestesia general:
Es el estado farmacológicamente inducido durante el cual los pacientes pueden responder de forma normal a las órdenes verbales.
Las funciones cognitivas y de coordinación pueden estar afectadas levemente. Las funciones cardiovascular y respiratoria están conservadas.
Se trata de un estado inducido farmacológicamente, que incluye depresión de la consciencia y durante el cual el paciente puede responder a las órdenes verbales. No precisa de intervenciones adicionales para mantener permeable la vía aérea del paciente, ya que la ventilación es espontánea y adecuada, y la función cardiovascular está conservada (53).
Los fármacos más utilizados son:
Es un estado farmacológicamente inducido que cursa con depresión de la conciencia, en el que no se puede despertar al paciente fácilmente, pero puede responder a estímulos dolorosos repetidos. Puede existir compromiso en mantener la vía aérea y la ventilación puede ser inadecuada, por lo que requiere asistencia especializada para vigilar y mantener la función respiratoria. No suele haber compromiso cardiovascular.
Estado inducido farmacológicamente que cursa con pérdida de conciencia, durante el cual el paciente no puede despertar incluso con estímulos dolorosos. Tanto vías aéreas como ventilación están comprometidas y podrían producirse alteraciones de la función cardiovascular. Se ha propuesto como alternativa farmacológica aunque está desaconsejada por los raros pero posibles efectos adversos graves y el alto coste que requiere incluir especialistas en anestesiología y enfermería específica.
La evaluación previa del paciente debe incluir una historia médica y dental completa. Únicamente se consideran beneficiarios para la sedación consciente como pacientes ambulatorios los pacientes mayores de 5 años de edad que estén incluidos en las clases I y II de los criterios ASA (pacientes sanos o con patología sistémica leve controlada y no incapacitante).
En cuanto a las contraindicaciones de la sedación en medio ambulatorio, serían las siguientes:
El uso de sedación profunda y anestesia general debe realizarse en clínicas o centros hospitalarios autorizados, con un equipo especial y con la ayuda del especialista en anestesia y reanimación.
Es fundamental la entrega y firma de un consentimiento informado para la práctica de la sedación, previamente al mismo, habiendo explicado con anterioridad las características del procedimiento, sus posibles efectos adversos y las recomendaciones a seguir tanto previa como posteriormente al procedimiento.
Debe evitarse la combinación de varios fármacos sedantes en pacientes pediátricos, ya que esta práctica se asocia a una mayor profundidad en los niveles de sedación y a mayor probabilidad de reacciones adversas. Las dosis de los fármacos deben individualizarse para cada paciente en función de su edad, peso, tipo de procedimiento y medicación adicional que esté tomando en ese momento o se vaya a administrar. La vía de administración a elegir debe ser la más confortable para el paciente.
El profesional que realice estas técnicas debe estar preparado para manejar y recuperar al paciente en el caso de que llegue a un nivel de sedación más profundo del deseado en un principio.
Se debe tener en cuenta que si, tras la administración del sedante, se observan efectos en el paciente del tipo excitación, inquietud, rebeldía o falta de cooperación, se debe abandonar el procedimiento y considerar la programación del mismo con anestesia general.
Este tipo de procedimientos sólo se deberían emplear en casos muy concretos. Hay autores que encontraron que los miedos de los pacientes sometidos a anestesia general aumentaron, lo cual confirma que estas estrategias son útiles y ayudan pero no solucionan el problema de base.
La ansiedad dental tal vez pueda ser disminuida con terapias psicológicas sin necesidad de recurrir a los tratamientos farmacológicos ya que, en ocasiones, se abusa de la sedación solo porque el paciente presente algún nivel de ansiedad o simplemente no coopere en el tratamiento de forma inicial, y esto a veces es por desconocimiento y falta de práctica en otros tipo de alternativas de manejo no invasivas.
Existen referencias sobre el uso de clonidina como alternativa en el tratamiento de la ansiedad dental. Sus beneficios son que estabiliza y favorece la manifestación de los signos somáticos de ansiedad con mínimos efectos secundarios. También hay algún estudio que asegura que la pasiflora ayuda a reducir la ansiedad de los pacientes.
No es habitual que se emplee sólo una técnica de las mencionadas de forma individual, ya que, de mano, las hay que las unas implican a las otras, sobre todo en materia de manejo de conducta. Existe evidencia de efectos positivos adicionales cuando se combinan dos o más técnicas, especialmente distracción con Decir-Mostrar-Hacer. Otros estudios sugieren que las técnicas de manejo de conducta y las de sedación pueden combinarse, potenciando sus distintos mecanismos de forma sinérgica, pero en lo que coinciden todos es en que se debe siempre tratar de manejar estas situaciones sólo con técnicas no farmacológicas, y dejar éstas últimas sólo para casos muy concretos.
En cuanto a las preferencias de los pacientes en general, la mayoría de los padres de pacientes pediátricos prefieren las de manejo de conducta tipo Decir-Mostrar-Hacer y refuerzo positivo, coincidiendo con la opinión también de los profesionales, ya que son las técnicas más usadas, sencillas y con las que se suelen encontrar más cómodos. La menos deseada también, en ambos casos, es la anestesia general, siempre considerada como última elección.
Aunque el tema central de esta revisión es la ansiedad dental en los pacientes, no está de más hacer una mención a la ansiedad que se puede presentar dentro del equipo de trabajadores de la consulta ya que también influye significativamente en el trato con el paciente. A su vez, tratar con pacientes con altos niveles de ansiedad, si el profesional no está preparado para gestionar la tensión que se pueda generar en la consulta y sus propios pensamientos y emociones, puede dar lugar también a estrés y ansiedad.
Algunos síntomas de ansiedad y estrés relacionados con el trabajo que pueden manifestar los profesionales son: cansancio constante, desilusión general, decepción, apatía, tristeza, trastornos del sueño, nerviosismo, irritabilidad... Y todo ello influye sobremanera, no sólo en el bienestar de quien lo sufre, si no también en el ambiente de la consulta y en sus pacientes en particular. En cambio, cuando la persona está motivada, eso también se extrapola a la relación con sus pacientes. Es fundamental para ello saber identificar las emociones que aparecen, como la ira cuando algo no sale como se espera, o cuando alguien no actúa como sería deseable; saber dominar la frustración; desarrollar la paciencia; saber descansar y desconectar. Competencias como la empatía, la confianza y la calma tienen la capacidad de contagiarse emocionalmente en las personas con las que tratamos. Hay personas que manifiestan estas virtudes de manera natural y sin esfuerzo, otras sin embargo tienen que adquirirlas. La buena noticia es que hay formas de conseguirlo.
Una de ellas es la práctica de la atención plena o mindfulness, que consiste en, ni más ni menos que prestar atención al momento presente, observando con calma todo lo que acontece (incluidos los pensamientos, emociones y sensaciones) sin juzgarlo ni intentar cambiarlo. Se basa en una técnica de meditación dirigida a concentrar la mente en el presente, acogiendo de forma amorosa y compasiva lo que surja en la experiencia, tanto externa como internamente. Para los profesionales de la odontología es una herramienta útil ya que el profesional suele tener la mente muy dispersa, enfocada en problemas relacionados en gran medida con su trabajo, y todo ello puede acabar produciendo estrés y otros problemas añadidos. Está claro que los problemas no van a desaparecer por practicar esta técnica, lo que cambia es la forma de verlos, más como oportunidades que como obstáculos.
La atención plena trabaja tres aspectos fundamentales: la atención, la aceptación y el discernimiento. En resumen, se podría expresar con la siguiente frase: “La única realidad es el presente, ese momento pleno en que mente, cuerpo y espíritu están sincronizados, es el momento perfecto porque es real”. El regresar una y otra vez, de nuestro enjambre mental al momento presente, de manera amable y consciente, es la invitación que nos hace la práctica del mindfulness.
La ansiedad y el miedo al tratamiento odontológico siguen estando muy presentes en la sociedad actual a nivel mundial y afectando a todas las edades a pesar de los imparables avances en el desarrollo de la especialidad. Las causas son variadas y complejas, y conocerlas y entender los mecanismos que dan lugar a estas entidades tan frecuentes y preocupantes ayudan a ofrecer un adecuado tratamiento por parte de los profesionales, tanto del campo de la odontología como de la psicología, el cual se ve obviamente implicado. Preocupan sobre todo los casos en que el miedo es tan alto que constituye una barrera, no sólo para recibir una adecuada atención sanitaria, si no para muchos aspectos de la vida de quien lo padece. Las consecuencias no son nada desdeñables, y no sólo implican deterioro progresivo de la salud oral, también otras más graves como afectación de la salud general y dificultades a nivel emocional y social.
Está en manos de los profesionales que atienden a estas personas ofrecerles las habilidades y herramientas que les puedan ayudar a superar estas barreras, además de con el objetivo de ser capaces de recibir un tratamiento necesario para su salud de la manera más agradable posible de forma puntual, también para que en un futuro sus miedos no les impidan cuidar de su salud bucodental y reforzar su autoestima y autoeficacia.
No existe una estrategia de manejo única y milagrosa, pero lo que queda claro es que las habilidades de comunicación y la inteligencia emocional juegan un papel fundamental en el establecimiento de una adecuada relación profesional-paciente, lo cual es la base de las principales técnicas de tratamiento para ayudar a disminuir y superar la ansiedad dental de los pacientes. Éstos, como cualquier puede entender al ponerse en su lugar, necesitan sentirse valorados, valiosos, escuchados, comprendidos y apoyados, no meros destinatarios de un tratamiento dental. Para todo ello se requiere tiempo, cosa que en ocasiones resulta difícil con el ritmo de vida actual tan acelerado que llevamos.
Se destaca la utilidad de la evaluación previa, junto a todos los aspectos de salud del paciente a la hora de elaborar su historia clínica, de su nivel de ansiedad dental y preocupaciones sobre la odontología. No es algo que requiera un esfuerzo grande por parte de ambas partes y mejoraría en gran medida la comunicación y el consiguiente tratamiento.
Las técnicas de manejo de conducta siempre son las de elección y existen varias a la disposición del profesional que, además, se pueden combinar entre sí potenciando su eficacia. Algunas no requieren un entrenamiento previo específico muy costoso, sí motivación e interés; en cambio otras, más cercanas a la psicoterapia, sí que precisarían de una formación concreta, incluso del apoyo de un profesional de la psicología.
Para finalizar, no hay que subestimar el efecto que pueden tener la ansiedad dental y el miedo de los pacientes, entre otros aspectos de la vida laboral, en la salud emocional y física de los propios profesionales. Esto no quiere decir que los pacientes sean la causa, lo que se viene a sugerir es que, si el profesional no está preparado y tampoco dispone de las herramientas y habilidades personales de gestionar sus propias emociones, podría ser susceptible de desarrollar ansiedad y estrés como consecuencia de las diversas situaciones de tensión que pueden dar en su consulta, influenciando negativamente sobre la relación profesional-paciente.
Emplee unos minutos en realizar este sencillo test. Marque con un círculo una sola respuesta a las siguientes preguntas:
Fuente: Sedatium.
Una vez finalizado el cuestionario, cuantifique la puntuación obtenida:
Valoración del grado de ansiedad:
Fuente: Sedatium.
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