La depresión es uno de los trastornos mentales con más prevalencia hoy en día, afectando a todas las franjas de edad, siendo la patología mental más habitual en los ancianos y presentándose cada vez con más incidencia entre los jóvenes.
Al margen de la genética y de factores no modificables, sobre los cuáles el ser humano no puede actuar, existen factores de riesgo modificables y conductas que actúan en pro del estado de ánimo. El seguimiento de estas conductas podría disminuir el riesgo de padecer depresión, ayudar como tratamiento individual o coadyuvante del tratamiento farmacológico y minimizar el riesgo de recaída en el caso de que haya sucedido un episodio depresivo.
En este trabajo se realiza una revisión bibliográfica de la depresión y se exponen hábitos saludables, aplicables a toda la población, que nos pueden conducir a una mejora de la calidad de vida y a una óptima salud mental.
Palabras clave: Depresión, salud, epidemiología, factores riesgo, evaluación, diagnóstico, tratamiento, complicaciones, psicoterapia.
Depression is one of the most prevalent mental disorders today, affecting all age groups, being the most common mental pathology in the elderly and ocurring increasingly among young people.
Apart from genetics and non-modificable factors, on which human beings cannot act, there are modificable risk factors and behaviours that act in favour of mood. Monitoring theses behaviors may decrease the risk of depression, help as individual treatment or as an adjunct to pharmacological treatment, and minimize the risk of relapse in the evento that a depressive episode has ocurred.
In this work, a bibliographic review of depression is carried out and healthy habits, aplicable to the entire population, are presented, which can lead to an improvement in the quality of life and optimum mental health.
Keywords: Depression, health, epidemiology, risk factors, evaluation, diagnosis, treatment, complications, psychotherapy.
La depresión se caracteriza por una afectación global psíquica y física que engloba alteraciones emocionales como baja autoestima, bajo estado de ánimo, tristeza, culpa, desamparo, frustración, irritabilidad, alteraciones cognitivas, entre las que se incluyen, bradipsiquia, pérdida de interés, incapacidad para concentrarse, déficit de memoria y atención. En ocasiones puede causar una pseudodemencia depresiva debido al deterioro cognitivo. A nivel somático podemos encontrar cansancio, malestar general, estreñimiento, alteraciones del sueño y, en la esfera motivacional, los pacientes con depresión frecuentemente se caracterizan por abulia, anhedonia, desinterés y apatía (1)(2).
Los síntomas varían de un individuo a otro en cuanto a intensidad y durabilidad (3).
Hasta llegar al concepto actual de depresión, catalogándose como enfermedad, el término ha ido evolucionando desde Hipócrates, quien identificaba el término actual con la atrabilis (humor negro o melancolía), pasando por romanos, Galeno de Pérgamo (131-201 d.C) … estando siempre en estrecha relación con la melancolía.
Santo Tomás (1225-1274) afirmaba que la melancolía era consecuencia del pecado de la pereza, producida por “demonios e influencias astrales”. Este pensamiento se mantuvo a lo largo de la Edad Media apodando al demonio con el nombre de Acedia, siendo los acediosos “aquellos individuos flojos para la oración, faltos de fuerza física y/o vigor en el alma”.
En la teoría de los humores como causa de la melancolía, Thomas Willis (1621-1675), asocia las alteraciones químicas como origen de esta enfermedad.
Ya en el S.XIX Emil Kraepelin habla de melancolía para signar a la enfermedad y utiliza el término Depresión para nominar un estado de ánimo. Poco más tarde Adolf Meyer propuso eliminar el término melancolía y reemplazarlo por el de depresión (4).
Actualmente, la depresión es una enfermedad en sí misma, un trastorno mental grave, catalogada según el DSM V dentro de los trastornos depresivos (5).
La prevalencia de la depresión se estima en un 4.4%, 322 millones de personas en todo el mundo sufren de esta enfermedad, de las cuales 5.1% son mujeres y 3.6% hombres.
Los casos de depresión se distribuyen mundialmente, siendo mayoritaria en el sudeste asiático con un 27% de la población afectada, por otro lado, el continente africano se sitúa con un 9% como la región con menor prevalencia (6).
En España, la depresión se ha convertido en los últimos años en un serio problema para la salud pública debido a la carga asistencial y el gasto sanitario que conlleva. La prevalencia se sitúa en un 5.2% de la población, afectando a 2.408.700 personas, esta enfermedad que puede llegar a ser grave e incapacitante es la primera causa de discapacidad a nivel mundial y la peor consecuencia derivada de ella es el suicidio; según la OMS, al año, alrededor de 788.000 personas se quitan la vida (7).
La depresión, al ser una enfermedad multifactorial con una sintomatología variada en cuanto a intensidad, complica el establecer los factores o variables que intervienen en su inicio y/o mantenimiento haciendo difícil establecer las interacciones entre los factores de riesgo, dependientes del momento y circunstancia en la que la enfermedad se desarrolla (2)(8).
Las variables que influyen y aumentan el riesgo de padecer una depresión se pueden agrupar entre factores biológicos/genéticos, personales/sociales y psicológicos/cognitivos.
Existen estudios que establecen que los descendientes de pacientes con depresión poseen el doble de posibilidades de presentar dicha enfermedad en comparación con la población general. Aunque dado que el contexto familiar y el ambiente también influye en el desarrollo de esta patología, no está establecido que cantidad de riesgo proviene de cada uno de los factores.
Las monoaminas también juegan un papel importante, se han encontrado niveles de monoaminoxidasa A (MAO A) elevados en personas con depresión.
Como ya he mencionado anteriormente, la prevalencia e incidencia de depresión a nivel mundial es mayor en el sexo femenino, siendo más frecuente en mujeres de más de 40 años.
La personalidad influye en el desarrollo de un trastorno depresivo obteniendo mayor incidencia aquellas personas con rasgos neuróticos, ansiosos y que padecen ataques de pánico o distimia.
Las enfermedades crónicas, físicas y mentales y la posible asociación con el consumo de alcohol y tabaco también suponen factores de riesgo importantes.
Existen factores asociados a comorbilidades, personas con patología cardiovascular o endocrina (diabetes, hipo/hipertiroidismo, enfermedad de Addison, síndrome de Cushing) tienen mayor riesgo de desarrollar depresión.
El postparto, a nivel personal también puede producir depresión, según la OMS, una de cada 5 parturientas.
También se encuentran entre los factores de riesgo personas con bajos recursos económicos, en situación de desempleo, personas que viven en ciudades, depende del estado civil (solteros, viudos, divorciados), personas con baja autoestima, por desvaloración a nivel psicológico o falta de autorrealización y también relacionada con el aspecto físico, teniendo un pico de casos en personas obesas en la adolescencia.
El modelo educativo familiar influye en el desarrollo de la depresión. Se ha observado que familias con una alta emoción expresada, la cual se basa en: Comentarios críticos, hostilidad y sobreimplicación emocional suelen generar miedo, indefensión, culpa y vergüenza en el niño-adolescente y desarrollar depresión a corto o largo plazo (10).
Los acontecimientos que pueden surgir en el desarrollo de la vida como el inicio de las relaciones afectivas en la adolescencia, un embarazo no deseado, el divorcio o el fallecimiento de los padres, cambios de escuela, salida de los hijos del núcleo familiar, la jubilación… también son factores que pueden marcar el inicio de una depresión.
Beck postuló una triada cognitiva de depresión que se basa en 3 percepciones erróneas:
Esto lleva a la persona a retroalimentar los pensamientos de que todo en la vida es malo y que no hay razón para luchar (11).
La entrevista y evaluación de los pacientes es imprescindible para el diagnóstico de depresión, el cual a veces resulta sencillo y evidente, solicitando ayuda el propio paciente, sin embargo, en el caso de otras personas, mayoritariamente ancianos, en los que la depresión es el trastorno psiquiátrico más frecuente, la depresión puede estar enmascarada debido a factores psicosociales y a la frecuente comorbilidad con enfermedad físicas, dificultando su diagnóstico.
El entrevistador ha de usar un estilo empático, evitando juicios, con baja reactividad, respetando los silencios del entrevistado, estableciendo un contacto visual, creando un clima cálido, de seguridad y de calma. Al principio, el entrevistador podrá realizar preguntas directas, pero utilizando un estilo abierto, pasando a un estilo cerrado conforme se vaya avanzando en la conversación.
Durante entrevista clínica inicial se preguntará por los síntomas del paciente, primero físicos y después emocionales, señalando los patognomónicamente depresivos, preguntando al paciente por ellos. Se deberá ser capaces de diferenciar si la tristeza se debe a un acontecimiento o circunstancia puntual o si por el contrario se trata de una tristeza patológica (13).
En la entrevista es de gran interés la utilización de escalas específicas que ayuden en el diagnóstico, aunque ninguna de las escalas expuestas es adecuada para todos los grupos poblacionales y/o circunstancias.
Entre las escalas más utilizadas para la detección y cribado de depresión encontramos:
Cuestionario de salud del paciente-phq-2 (2 items) / phq-9 (9 ítems)
Ambos tienen similar sensibilidad, pero el PHQ-9 tiene una especificidad mayor, del 91-94%. El PHQ-2 se utiliza en la detección inicial de la depresión, si este diera positivo se tendría que completar el estudio con una entrevista clínica y/o el PHQ-9. Ambos cuestionarios son autoadministrados y contestados en una escala tipo Likert. El cuestionario PHQ-2 tiene un punto de corte ≥ 3 el cual indica un probable diagnóstico de depresión, por otro lado, en el caso del PHQ-9, el punto de corte para el screening de un trastorno depresivo mayor será de 10 (14)(15).
Beck depression inventory (BDI)
Es uno de los test más empleados, ha ido evolucionando desde la versión original hasta su segunda edición BDI-II adaptada por Sanz et al. El BDI-II es un instrumento autoadministrado de 21 ítems para detectar la depresión con buena fiabilidad, sensibilidad y validez; en él la persona tiene que seleccionar entre cuatro alternativas de menor a mayor intensidad, la que mejor describa su estado durante las últimas dos semanas. Cada ítem se valora de 0 a 3 puntos, siento la puntuación total y mayor del test 63 puntos. Las puntuaciones de corte en la versión española, en relación a la gravedad de la depresión son:
Tabla de elaboración propia a través del documento: Manuela Méndez Garay. Biblioteca Digital, Scrib. 9 de mayo 2018. Acceso el 02.04.2020
Hamilton depression rating scale (HDRS)
Esta escala heteroadministrada sirve para cuantificar la gravedad de la depresión, una vez diagnosticada y observar la evolución del paciente. Su versión original constaba de 21 ítems (HDRS-21), aunque la versión reducida HDRS-17, de 17 ítems es la más utilizada actualmente y la más recomendada. Esta escala es de difícil administración a enfermos físicos por el excesivo peso de los síntomas somáticos y de ansiedad.
Los ítems que la forman presentan 3 o 5 opciones de respuesta ordinal (de 0 a 2 puntos o de 0 a 4 puntos), y la puntuación total de la escala oscila entre 0 puntos (ausencia de síntomas depresivos) y 66 (síntomas depresivos graves) para la HDRS-21 y de 0 a 54 para la HDRS-17.